Ourense y sus vergüenzas. Porque esto es una vergüenza que no por llevar sufriéndola años y años nos deja insensibles a ella, al menos a algunos. Que atraviese una carretera el ojo de un puente romano tan valioso como es el nuestro sin que la ciudadanía haga nada para quitársela de encima, es algo así como si atravesara una viga el ojo propio y quedáramos quietos sin intentar sacárnosla. Parece que Ourense le de más valor al granito en el culo que a este asunto superior a la vista de cualquier mirada sensible a otras altas miras.
Realmente la imagen vale más que mil palabras, pero valga para decir que Ourense necesita de infraestructuras que le den futuro para sobrevivir a esta paupérrima demografía y datos socio económicos que nos hacen temblar. Si no comprendemos que es en infraestructuras importantes lo que hay que invertir en vez de tanto asesor y político profesional amén de la política clientelar que a la larga extiende su sombra como la que hoy estamos sufriendo pese a la publicidad y propaganda en sentido contrario, que resulta chabacana por responder al refrán ya muy manido: ‘dime de lo que presumes y te diré de lo que careces’, pero que está auspiciada como una droguita blanda de espectáculo para mantenidos por los egoístas interesados en sí mismos y su provecho propio.
Ourense necesita cambiar y los ourensanos despertar a este cambio necesario; de lo contrario y en unos cuántos años solo podremos ser un geriátrico gigantesco donde la alegría de la risa infantil nos llegue solo a través de plasmas. Esta carretera bajo el puente romano indigna, claro está, si se mira; y después dicen que hay que vivir de cara a ‘noso pai’, el Miño. ¡Vamos anda!