Me lo contaba ya hace un tiempo una amiga que trabaja en la Cámara, que la cosa iba tan mal como que a ellos no les pagaban desde hace meses. Pues muy mal irá lo que sea cuando esta primera obligación, cual es atender el derecho fundamental del trabajador de recibir su sueldo por el que trabaja, no se cumple, y todo lo demás sobra. Pronto, de no vender sus propiedades a fin de acometer una reestructuración de la entidad (una de ellas es la que sale en la fotografía, encima de Adolfo Domínguez), éstas pasarán a mano de sus trabajadores que podrán tirarlas por los suelos a efectos de cobrar lo pertinente.
El ejemplo de esta Institución fue nefasto desde tiempos ya conocidos por este servidor, que en su día se presentó para hacer faena en la elección al presidente que por falta de otro candidato se colocaba desde los despachos. Siempre funcionando como un órgano de presión y decisión junto a otros de parecida naturaleza para que ganaran siempre los mismos. La influencia política extrema, herramienta útil para mantener el clientelismo y que aquí, en Ourense, nada se mueva. Una vergüenza, que, en cuanto pierde el ingreso público obligatorio de todas las empresas que lo toman como un impuesto (ya vimos cuántas de ellas aportaron cuota voluntariamente) se cae por las escaleras de la incompetencia pese a que se le inyectan cursos de formación, nueva fórmula de subvención oficial encubierta por proceder de fondos comunitarios.
Bueno, el otro que opina, como no, es el jefe provincial del Movimiento de la Diputación o señor Baltar: «A Deputación estivo, está e estará sempre ao lado da Cámara de Comercio; «é un apoio que se ve anualmente nos orzamentos da institución» «Esperemos que a entidade resolva a súa situación actual pero o que está claro e que dende o goberno provincial se prestou sempre a axuda e a colaboración que se nos demandou». Este es el problema de esta provincia, que cualquier organismo, asociación, colectivo, sin visos de llegar a ninguna parte por sus gentes normalmente sin valor profesional pero con el valor del voto, obtiene prebendas de una Institución, que pierde aquí los dineros que debería aplicar en que el monte no se queme, por poner un solo ejemplo. Les encanta la política clientelar, que dependan de sus ayudas para la sobrevivencia, aunque al final ni con ellas.
Y el amigo Guillermo Díez, presidente del Colegio de Economistas, coincide también en la necesidad que tiene la provincia de que la institución siga operativa. Hombre, claro, qué va a decir Guillermo si el mismo perteneció a este despropósito. Confía Guillermo que vendiendo los bienes puedan conseguir la liquidez que necesitan para no desaparecer, pero yo insisto en que cuando esto suceda se integren en la Confederación y ambas sumen esfuerzos propios y nos dejen a los demás libres de participar en nuestra cuota parte como contribuyentes.
En este problema, aquí pasa como con el Ateneo y el COB, y dios sabe cuantos elementos más que desde la falacia de ser necesarios encubren la impotencia e incapacidad de gestores malos que no han querido, sabido y podido hacer de ellos realidades con futuro. E insisten, ¡manda carallo! en mantenerlos con dineros públicos, con la necesidad social que cada día aumenta en el país. Hoy mismo nos han informado de la huida de casi diez mil jóvenes más de Ourense a la busca de una vida laboral; mientras, siguen vendiendo motos los peores pilotos que tenemos. ¡Váyanse a su casa y cállense!