Un par de personas me hicieron llegar hoy mismo una noticia que los sorprendió. La verdad es que la sorpresa también hico mella en mi, al menos en un primer momento. Trataba de una lista de ‘elegantes’ candidatos para un grupo de personajes de la imagen y la moda a otorgarle título conque hacer gala de entrega del mismo El Correo Gallego, en uno de esos inventos periodísticos patéticos que parece ser complemento natural de ingresos en estos tiempos de penuria para la empresa periodística. La sorpresa para mis correos y para mi fue que entre estos 50 elegantes gallegos está Manuel Baltar, y si bien entiendo que es una respuesta peloteo por recibir subvenciones de la Diputación de Ourense que preside el presunto ‘elegante’ Baltar, también quise contrastar la base de mi sorpresa con el diccionario de la RAE para saber si el canon se ha transformado o las medidas han cambiado sin que yo me entere de nada. Ahí van las distintas acepciones de la palabra elegante:
1. adj. Dotado de gracia, nobleza y sencillez.
2. adj. Airoso, bien proporcionado. Animal, estilo, movimiento elegante.
3. adj. Dicho de una persona: Que tiene buen gusto y distinción para vestir. U. t. c. s.
4. adj. Dicho de una cosa o de un lugar: Que revela distinción, refinamiento y buen gusto. Muebles, zapatos elegantes. Barrio elegante.
La verdad es que estar sorprendido por conjugar cualquier acepción con la persona de Manuel Baltar no es nada raro, pues las posibilidades económicas para poder vestir de marca y llevar bien planchadas las camisas no dan esa distinción propia de las personas ‘elegantes’, como es el caso del ciudadano médico de Alepo que en medio de las ruinas de su casa y la ciudad siria escucha música en su viejo tocadiscos, con una pipa en la mano y la postura digna del que brilla por condición innata.
De chiste parece la cosa si no fuera por la guerra que afecta al elegante.