El lunes Julio Fernández Gayoso (Vigo, 1931) entró en la prisión de A Lama (Pontevedra) acompañado de sus dos hombres de confianza, José Luis Pego y Óscar Rodríguez Estrada. Según información de funcionarios, Gayoso fue recibido por el director de la cárcel, la subdirectora de la junta de Tratamiento y el responsable de Seguridad, algo que sin embargo niega Instituciones Penitenciarias, que alega que el director no se encontraba en el centro. De ser cierto, la escena no hubiera sido chocante para Gayoso. Desde hace 51 años, él llega los sitios y es recibido por las autoridades como gesto de respeto. Es el eterno jefe de Caixavigo primero, Caixanova después; el virrey del dinero gallego.
En esta ocasión, sin embargo, Gayoso no asistía a ninguna inauguración ni a anunciar una programación cultural. De hecho, había llegado en chándal y se encontraba en el área de Ingresos de la cárcel. Al día siguiente los exdirectivos de Novacaixagalicia realizaron su entrada efectiva en prisión, en el módulo de convivencia número 9. Lo primero que hicieron los primeros banqueros españoles que entran en la cárcel por la gestión de las cajas, fue invitar a los 80 presos a café; entre ellos hay internos conocidos como Francisco Javier Campos Triñanes, condenado en 2003 a 19 años de cárcel por agredir sexualmente y matar de una paliza al bebé de dos años de su pareja, el asesino Frutos Ayala que descuartizó a un amigo narco en 2014 o Santiago Pena, un preso antiguo que mató a otro reo a puñaladas en 2008.
Sus padres habían llegado a Vigo procedentes de Sober, en Terra de Lemos (Lugo). Cuando su hermano Manuel entraba en el seminario (es el actual sacerdote de la parroquia de Santo Tomé en Vigo), Julio lo hacía en la caja. Lo llamaban “el chino”, y se empleaba en horas de descanso llevando cuentas para conseguir dinero extra. Desde 1964 nunca abandonó el poder. La primera vez que tuvo que hacerlo fue en 1996, primer año en el que modificó los estatutos para prolongar su mandato; lo haría una vez más, en 2006, para inventarse un cargo con atribuciones ejecutivas, presidente, y dejar como director general a su delfín y hoy compañero de módulo, José Luis Pego, antiguo profesor universitario que recomendaba a sus alumnos la lectura de economistas influidos por el trotskismo como Baran y Sweezy. Con la creación de la gran caja gallega auspiciada por Feijóo pese a las reservas de Gayoso, el banquero se reinventó como presidente de Novacaixagalicia; ésa fue su cruz.
El último movimiento para dirigir a perpetuidad el destino de la caja gallega, con más de 80 años, lo terminó condenando a la cárcel. No por apropiación indebida, como Pego, Estrada y Gorriarán, sino por cooperación necesaria. Cuando la caja estaba a punto de ser rescatada y ellos tenían que cesar, se provisionaron 29,97 millones de euros para repartir entre indemnizaciones y pensiones. Gayoso miró para otro lado. Se rompió por completo la imagen del seductor financiero que maniobraba políticamente con cualquier partido, que se llevaba las luces en los actos públicos y había hecho de su casa en Canido, frente al mar, un centro neurálgico de la vida económica y política gallega. En su círculo íntimo se dice que Fernández Gayoso, tras más de sesenta años en la misma empresa, consideraba la caja una hija suya, un miembro más de su familia del que le resultaba imposible desprenderse.
Su entrada en prisión es una noticia impactante. La caja del sur está detrás de la creación de la Universidade de Vigo, centros culturales, obra social y renovación de barrios como el vigués de Coia. También de escándalos como el de las primas únicas a principios de los 90. Entonces, cuando Gayoso fue a declarar como testigo se cortó el acceso a la Audiencia Provincial para impedir fotos y su declaración se produjo a puerta cerrada.
Ha devuelto títulos y honores, el último la medalla de oro de la ciudad de Vigo que le fue entregada en 1997. “No puedo tener esta medalla en mi poder ni un día más”, escribió en una nota. Recordó allí que había dedicado más de 60 años a trabajar “por Galicia y por Vigo”.