El tema es delicado, un dilema moral en toda regla. Tiene derecho a sentir compasión hasta el extremo de decidir sobre la vida de su mujer o es compasión hacia sí mismo por no soportar verla así. Lo que sea, zarandea el corazón de cualquiera, porque llegar a esta cumbre de dolor o desesperanza como la que pudo sentir el hombre de 78 años que ha matado a su pareja, una mujer de 77 con alzhéimer, y después se ha suicidado ahorcándose en su domicilio del distrito de Chamberí (calle Marqués de Lerma) de Madrid tras dejar una carta en la que confiesa que le han guiado motivos relacionados con la compasión por la enfermedad de ella; llegar a esta cumbre es subir muy alto.
Está pendiente la autopsia para determinar la forma en que ha muerto la mujer, que no presentaba signos de violencia.