Anteayer en la librería Tanco coincidí con un matrimonio de mediana edad que le estaba contando a Moncho el librero las penurias sufridas en su país hasta hace unos meses que se vinieron para España. Cuatro atracos en el último año y un secuestro fueron detonantes últimos para coger la maleta y venirse. Las cosas que contaban de su país eran para echarse a llorar pues su situación familiar se agravaba con el miedo de sus hijos metido ya en sus jóvenes cuerpos. Curiosamente, ayer mismo vino un matrimonio a tomar un par de vinos al mediodía a elcercano y me contaron parecida situación; con tres hijas pequeñas sobre sus espaldas decidieron al fin venirse a vivir a Ourense y montaron un pequeñito negocio con el que pretenden salir adelante, al menos sin ese miedo que a una persona libre le mete un gobierno dictador y violento.
No extraña pues que la oposición de Venezuela lograra sacar este jueves a decenas de miles de personas a las calles de Caracas para exigirle al Consejo Nacional Electoral (CNE) que agilice los trámites para celebrar un referéndum revocatorio contra el presidente, Nicolás Maduro. Ese era el pretexto principal para abarrotar tres importantes avenidas de la capital venezolana, pero las razones para protestar van mucho más allá de esa puntual demanda, pues la movilización catalizó el rechazo a la alta inflación y la crónica carestía de alimentos básicos que lastra al régimen bolivariano, amén de la repetición múltiple de los casos particulares que en dos días tuvimos ocasión de testar en Ourense mismo.
Y aún hay quien defiende las dictaduras del hambre como es esta