Jesús Vázquez se ha referido en la ofrenda del Reino de Galicia que le ha tocado hacer ayer, entre otros muchos puntos, a determinados problemas que padece la sociedad gallega, como el envejecimiento de la población rural, la “carencia” de trabajo y la “dolorosa” emigración de los jóvenes. Las tres cosas son patas de una misma mesa, pues el envejecimiento se ve más acusado sin población joven que lo compense y ésta no puede quedarse a vivir en la tierra porque el trabajo escasea. Tres putas patas que están quebradas y la mesa se tambalea. Pero no hay manera de que llame nadie al carpintero que las encole bien y siguen envolviendo en papel seda las fracturas y astillas de la misma.
No es la primera vez pero no será la última que digamos bien alto cómo se puede paliar la huida de la juventud que no baila por Ourense al acabar la carrera y comenzar una vida laboral. Pues bien, si desde el Ayuntamiento de Ourense (hablamos de responsabilidades locales, cuales son las que compete al oferente) recogieran todas las ayudas clientelares en que gastan la pasta pública, que no crean un puesto de trabajo sino solo la triste gratitud personal de quienes se lucran con ellas (haga su propia lista cada cual), y crearan con ellas una bolsa económica con la que sufragar – en parte o toda la seguridad social, según ingresos- a todo trabajador que cuelga su mantenimiento y desarrollo del hilo tan fino de un ingreso mínimo cual puede ser el salario interprofesional, pues otro gallo cantaría, al menos cantaría durante un mayor rato que el actual. Fijar población es facilitar la posibilidad de trabajar.