El brillo especial de la luz de Madrid obliga a Thomas Lilti a entrecerrar sus ojos moteados. Depende de la luz que les dé parecen marrones, o verdes, o grises o todo a la vez. Hace calor, pero prefiere estar al sol y aprovechar los pequeños lujos de la excedencia que le han concedido para la promoción de la película. Cuando acabe, volverá a colgarse el fonendo al cuello. Y los pasillos de un hospital no suelen ser el ‘summum’ de la calidez. Porque Lilti, en su esencia, también es moteado. Una rara avis. Un tres en uno. Médico y guionista y director. Cine y medicina. Un matrimonio interracial que curiosamente casa y gusta, aquí y en la China Popular.
Dos años después del estreno de ‘Hipócrates’ (2014) -nominada a siete César y ganadora de uno de ellos-, Lilti ha regresado a España para presentar ‘Un doctor en la campiña’, un “homenaje a los médicos rurales”, profesión que el director ha experimentado en sus propias carnes. “Estuve de médico ruraldurante cuatro años”, explica con su tono de voz ligeramente agudo, “así que hay muchos momentos en la película que son autobiográficos”. En esos años, por ejemplo, “me cerraron la puerta en las narices por ser el médico sustituto y no el médico titular y me atacó un grupo de ocas al entrar en una granja”, recuerda.
El éxito de ‘Intocable’
Para su nueva película, Lilti ha contado de nuevo con Marianne Denicourt, que comparte pantalla con el ‘intocable’ François Cluzet, ganador del Cesar a mejor actor en 2012. La fórmula Cluzet se repite así otra vez en la película más exitosa del año en Francia . Y aunque el resultado sea, más que comedia, una ‘dramedia’ o un drama rural con pequeños momentos cómicos, las comparaciones surgen. ¿Siente Lilti alguna presión por intentar medirse con el éxito de ‘Intocable’ (2011)? No, categóricamente no. “Lo que ocurrió con ‘Intocable’ fue algo excepcional, un fenómeno que se produce una vez cada 10 años. Nadie se compara nunca con ‘Intocable'”.
La nueva película de Lilti es barro hasta las rodillas, son fiestas de cowboys y paella, olor a estiércol y a lluvia y a hierba fresca y a flores
Porque ‘Un doctor en la campiña’ habla de otras cosas muy alejadas de los‘banlieues’ parisinos. Parecen casi dos planetas distintos, aislados, que no han oído hablar jamás el uno del otro. La nueva película de Lilti es barro hasta las rodillas, son fiestas de cowboys y paella, olor a estiércol y a lluvia y a hierba fresca y a flores. Y también máquinas de rayos-X, de cuando la URSS salía en los mapas, y pacientes que tratan de usted y regalan cajas de manzanas recién recogidas. Aquí, Lilti se distancia de caos urbano de ‘Hipócrates’, pero también de la juventud y la despreocupación de sus protagonistas. La luz cambia y el tono también.
Ya no hay residentes recién aterrizados. Cluzet y Denicourt son Jean-Pierre y Natalie, “dos personajes maduros, con historias tras de sí”; un médico titular y una sustituta novata que al principio tan sólo comparten “el amor por la medicina”. “Son dos corazones solitarios, dos personas que han hecho unapausa en su vida sentimental”. O no.
Homenaje a los médicos rurales
Un coche avanza por una carretera secundaria. Un prado a derecha. Cultivos a izquierda. Un camino amedio asfaltar que da a la puerta de una casa baja. Dentro, como de incógnito, una sala de espera. No hay señal luminosa ni un cartel ni una placa en la fachada. Y no hace falta, porque allí todo se sabe, todos se conocen.
La película “es un homenaje a los médicos rurales, para mostrar una medicina que claramente no exigeconocimientos científicospunteros, sino competencias humanas. El médico rural es un psiquiatra, un asistente social, un amigo y un confidente. Y así durante varias generaciones. El médico rural es un héroe de cine“. La “medicina como artesanado” frente al hospital, una mole saturada y fría “que tiene una dimensión un poco deshumanizada de la que las personas se quejan mucho. A veces, al ser humano no se le ve como una persona, sino solo como un enfermo“, lamenta Lilti.
El médico rural es un psiquiatra, un asistente social, un amigo y un confidente. Y así por generaciones. El médico rural es un héroe de cine
Y aquí el director quiere apuntar su cámara hacia un campo francésdesertificado, pero no por la falta de agua, sino por la de gente. “Los médicos jóvenes se forman en un 95% en los hospitales” y luego no quieren instalarse y trabajar en el campo. Pero no sólo en la medicina, sino en cualquier ámbito profesional. “Y eso plantea un problema grave: ¿qué hacemos con esas personas que viven en el campo y no tienen acceso a los tratamientos, la salud y los servicios públicos?”.
Desde dentro, el médico/director/guionista conoce bien los aciertos y fallos del sistema de salud francés. “En Francia el enfermo tiene derecho a ir donde quiera a ver al médico”, pero muchas veces son personas mayores con movilidad reducida. Y, aunque “Francia no es un país demasiado corrupto”, muchas veces el interés de las administraciones por la creación de centros de salud en entornos rurales responde a “malas razones”, que no son necesariamente oscuras, pero sí producto del electoralismo y una visión muy cortoplacista de los problemas. “Que construyas un centro de salud en un pueblo no significa que los médicos jóvenes vayan a venir”.
Podría parecer que ‘Un doctor en la campiña” es un homenaje a una figura en vías de extinción. Pero Lilti no ha querido hacer una película nostálgica. “Es una película que está en el presente”, incide. Y es cierto que “hay un deseo de colocar la mirada en la sociedad”, pero también hay “un deseo de ser novelesco, de contar una historia de entretenimiento” y, sobre todo, “de divertir”.