El sueco tira la foto. Es un selfi para el recuerdo de una noche mágica de concierto en un bar. Bueno, más que un bar un espacio donde escuchamos jazz en directo. Tocó ayer un quinteto portugués liderado por Susana Santos y con el sueco Torbjörn dándole duro al contrabajo; tan duro que, por un momento, parecía que una cuerda saltaría por los aires. Llegados desde Oporto y para Ourense, en una gira que el domingo los recibe en Lisboa, y entre semana espera Viseu para acabar en Oporto, desde donde vuelve el sueco a donde no ha lugar hacerse el sueco. Magnífico concierto del que subiremos mañana un vídeo para que lo escuchéis quienes nos seguís en esta faceta musical
Cambiando de tema un poco, hoy he visto salir de mi casa a un agente. ¿Qué pasa?, le pregunté. ¡Nada, nada!, su respuesta. Bueno, la verdad es que tampoco tenía que pasar nada, pues el agente no era de orden público sino electoral. Venía a por alguna firma de militante del partido popular. Puerta a puerta consiguen las adhesiones para el congreso local. Dos bandos que públicamente se aman pero en la intimidad están deseando pegar duro al contrario. Como ‘uno’ no milita no tiene derecho a meterse en el medio, pero sí debiera ser más justo y ecuánime que estos partidos seudodemocráticos (sí, pseudo) no permitieran que para presentarse a sus elecciones se excedieran de los exigidos apoyos mínimos. Porque la cacicada suele comenzar de esta manera, con el pretexto de dar un golpe en la mesa de ‘aquí están mis poderes’ se esconde la anulación de la posibilidad del ingenuo que no sabe como hay que ir puerta a puerta a mendigar el voto que otro le ha sisado ya por haberse adelantado. El que no lo entienda que pase por mi casa que se lo explico en dos patadas. Sí a los votos mínimos exigibles que coarten a cualquiera que no tiene ninguna posibilidad pero sí también a los máximos para que otros no se vean en la dificultad por ser bisoños en estas contiendas de que les han comprometido el voto a los posibles amigos que se lo darían a él.