Hay días en que coinciden distintas visitas de amigos que hace tiempo que uno no ve. Es como si alguien los pusiera de acuerdo, el pasado, por ejemplo. Así fue que vino ayer Buji a contarnos cuitas de su vida actual donde la realidad parece fundirse con la imaginación aunque por su vida anterior cobra visos de ser real como ella misma, pero antes, ya por la mañana, había llegado el amigo de infancia, o mejor dicho de juventud, Carlos Henstchel con quien recordar es más que un verbo, es volver al pasado en el túnel mágico del tiempo que es la memoria; demasiadas vivencias juntos como para conjugar la visita como otra cualquiera o vulgar. Como hace pocas fechas vino también a vernos a elcercano el capitán de barco mallorquín, su primo Aurelio, recordé la foto de hace casi cuarenta años en Playa América donde estamos los tres después de una noche sin dormir, es sí más frescos que hoy tras una noche dormida pero de cena tardía; Aurelio era el pequeño entonces, cosa que escribía diferencias vitales entonces y que la goma del tiempo ha borrado en el presente. Un día para la nostalgia, pues, sobre todo si el día es el siguiente al día de Reyes, que resulta día final de una traca de humo y bombillas de fiestas navideñas que dejan ahora a la peña más baja de ánimo que de vacía de bolsillos. El día después, decimos, no tiene que ver con el ruido y la luz artificial que encienden permanentemente los que viven de hacer creer que son reyes magos sin niños y sin ser.
¡Ay, la cuesta de enero!; no se les ocurre otra cosa a los gobernantes de la ciudad que vender su gestión como nuevos tiempos de alegría y rock. Mientras la familia que vive fuera está de visita y las calles llenas parece como si no hubiera más problema que elegir donde merendarse la compañía, o bien la cena. Pero después llega el día como hoy donde la calle está vacía, las luces ya no brillan, la tarjeta está tiesa igual que la sonrisa. Menos mal que nos queda la memoria y la fotografía de otro tiempo donde no hacíamos puñetero caso a los políticos de hoy en día. ¿Quién no quiere volver a esa vida de fotografía?, donde lo gris ha muerto por voluntad y sale el azul del Dos Caballos sobre el que reposar toda la ilusión encendida por la noche que termina…
3 comentarios en “Reencuentros”
Me ha gustado mucho, tanto la foto como el artículo. Por mi parte tengo que decir que en los últimos años la nostalgia, sin menospreciar en absoluto el presente, gana terreno en mis pensamientos cotidianos, y cada vez disfruto mas con momentos como el que me acabas de regalar.
Gracias Moncho.
Hasta pronto.
Pues ya sabes donde estamos algunos que podemos formar parte de tu nostalgia; la verdad es que los tiempos jóvenes son siempre buenos o al menos así lo parece cuando somos ya mayores. ¡Qué noche la de aquel verano!
Los Bi Yis ourensanos de los 60 (siglo XX).