Vivimos una época en la que algunos se empeñan en hacernos creer que la vida de la ciudad está llena de colores, alegres y artísticos, pese a las nieblas perpetuas que no nos dejan ver el sol sino solo un rato al mediodía. Tiñen de color hasta las piedras de la Casa porque así piensan que los sueños pueden reemplazar la pena o sentimiento rebelde de una realidad cotidiana, donde la población envejecida dice adiós en el andén de la Estación a sus hijos, jóvenes que se buscan la vida fuera de nuestra ciudad y provincia. Al menos los hijos de las personas más anónimas, del ciudadano medio y vulgar, ese que no pertenece a la empresa de los partidos políticos que sí emplea en el sector publico o semi publico al hijo que en el sector privado moriría de inanición.
De colores visten la Casa Consistorial para abrirle la boca de admiración a los ciudadanos quizás más apesebrados, los más fieles lacayos normalmente del sistema porque creen que fuera de él solo hay muerte, hambre y desesperación, cuando tal vez haya desierto duro donde conocerse mejor para volver más combativo ante el staff decorativo de los cuadros políticos que solo saben manejar los fondos públicos para repartir entre los suyos o el ruido o el color conque despertar la admiración más superficial de los sentidos. Siento rabia hoy de tener que despedir una vez más a un hijo en la estación de tren rumbo a un destino fuera de Galicia, de Ourense, de su casa, porque aquí no hay oportunidades y casi no queda nadie de los que no tienen padrino, subvención o una forma de pensar que se adapta a lo ‘más de lo mismo’. Pues digo no.
Me aburren enormemente todos los tingladillos montados desde cierto poder que se apoyan unos a otros tal como una nueva Nomenklatura perversa, donde dineros, apellidos, cargos y demás peldaños falsos conseguidos sirven para seguir estando arriba los mismos mientras el resto carga con tanto asno encima. Por ahí van los tiros de un Liceo donde su presidente, subvencionado por distintos flancos (del Liceo, de la Fundación Carlos Casares, de…) reclama para su institución el papel de compañero cultural del Campus Universitario de Ourense que debe soltar alguna pasta al Liceo a cambio de organizar algo en su palacio, mientras por otro lado el Campus recibe pasta de la Diputación para organizar cosas en su terreno, y así van unos y otros engordando la endogamia que nos aburre e indigna a tantos. Bueno, faltan los medios de comunicación vendidos también al mismo efecto para poder completar este círculo que hace que salgan tantos trenes cargados de jóvenes de Ourense.