No todo el mundo alcanza a comprender, y mucho menos a realizar, una aceptación total como a la que nos hemos referido anteriormente. La aceptación total e incondicionada a que me refiero, es un acto tan completo de entrega absoluta, que dificilmente puede llegar a darse, si no se ha pasado antes por todo un proceso como el de la Via, que ya hemos descrito en obras anteriores o algo por el estilo.
Para una persona normal, ante una situación asi en la que no cabe esperanza ninguna de llegar a donde quiere llegar, y sin embargo se ha pasado la vida en una práctica continua encaminada en esa dirección, seria lógico suponer que le sobrevendria la desesperación como resultado final.
Este proceso y resultado final se puede ver tambien, desde la óptica del que ya ha alcanzado la autorrealización que le permite vivir solo en el presente, ha dejado ya los fantasmas del pasado y tampoco piensa en el futuro. Pero ahora, al poder asomarse ya al instante presente y sin embargo comprender que no puede vivir en él, pues solo puede vivir su recuerdo, ya que mientras lo piensa ya pasó, no le queda mas remedio que aceptar definitivamente la incapacidad del ego para franquear esta última barrera. Pues si no hubiera ego ninguno, como se podia creer a estas alturas, no habria esta barrera. Pero está claro que aún queda un ego residual, quizá pequeño pero suficiente para impedir la entrada en el CIRCULO FINAL.
Aún hay alguien que quiere conseguir algo. Aún hay alguien que, quiza por inercia, no se da cuenta que toca terreno sagrado, que tiene que olvidarse de si mismo y dejar a Quien sabe infinitamente mas que él. Solo Él puede ya ayudarle. Ahora se comprende mejor que nunca que siempre fué Él quien le ayudó, aunque uno no se diera cuenta de ello. Por eso ahora y tambien antes, pero sobre todo ahora, sobra toda esperanza de lograr algo, pues hasta esa esperanza es en el fondo, sobre todo a estas alturas, una forma sutil de manifestación de un ego residual, que quiere obtener algo por y para si mismo. Pero ahora si no hay una entrega total de si mismo, quedandose totalmente a disposición del Ser sin esperar nada a cambio, uno es consciente de que le será imposible dar ese paso final, en el que el ser y el Ser sean ya no dos. Pero, por el contrario, ese paso final está tan bien guardado que el adepto, solo asomandose a él ya le da un vértigo como si cayera en un abismo sin fondo.
Para llegar a esta aceptación o renuncia tan total, aunque hay casos en que puede realizarse repentinamente, lo mas frecuente es que el adepto se haya ido entrenando en otros grados de renuncia parciales durante su vida. Asi por ejemplo, todos hemos tenido las pequeñas renuncias a algo que nos gustaba pero que no podiamos obtener, y entonces nos terminabamos conformando, diciendonos a nosotros mismos : Si no puede ser que remedio me queda mas que conformarme. Este tipo de renuncia no es transcendente sino adaptativo a una realidad imperante, pero aún asi sirve de escalón básico en esta larga escalera evolutiva que recorrer. Entre este escalón y el del final de que estamos hablando, caben distintos tipos de renuncias de lo mas variado como se puede suponer, unas veces serán por motivos morales, otras por bondad natural, otras por conveniencia de una mayoria, otras por altruismo. Pero en todo caso hay que tomar conciencia siempre de si se hace por propia voluntad o no, de si es por conveniencia personal en el fondo, o verdaderamente hay una pérdida de ego en ello. De este modo vamos entrenando nuestra consciencia, como ya he explicado en mi obra anterior, hasta llegar a la posibilidad de la grande, y posiblemente última renuncia sincera que podemos hacer que es la de nosotros mismos.
Las palabras de JESÚS, que hacen referencia a que para alcanzar el Reino de los Cielos es preciso morir primero, para asi poder nacer de nuevo en el tal Reino, no se refieren a la muerte fisica, sino que tienen el profundo significado de morir al ego definitivamente, como condición imprescindible para entrar en el CIRCULO FINAL, independientemente de que haya muerte fisica o no.
El termómetro indicador de si hay esa muerte del ego o no, o en que medida hemos llegado a ello, está en la capacidad que desarrollemos para vivir mas o menos en el momento presente, que a su vez solo es posible en la medida en que renunciemos a los deseos y vaivenes de nuestra propia mente.