Gerardo Carretero
Y una vez que hubo desmenuzado los miramientos, atacó sin el menor pudor aquel flan de docena y media de güevos que Felisa había depositado sobre la mesa. Era raro, muy raro, que en la pensión se diesen aquella clase de dispendios. Excepto una vez que recordase Gerardo. Había pasado año y medio desde que llegase de Zamora para abrir zanjas y hacer tendidos de líneas de alta tensión. Alguien, por mediación del