¿Qué falla?, se interroga un diario al constatar jóvenes graves y fallecidos por Covid

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Sir Winston Churchill idealizó a sus compatriotas, de tal manera, que, al final, empezaron a verse como él los veía. ” Lucharemos en los mares y océanos, con creciente confianza y fuerza…No importa cuan alto sea el precio…No nos rendiremos jamás”. A su vez, Maquiavelo, asegura: ” Todo aquel que desee saber qué ocurrirá, debe examinar qué ha ocurrido…Todas las cosas de este mundo, tienen su réplica en la Antigüedad… Las mismas pasiones, deben ocasionar los mismos resultados” Por eso, Churchill se apoyaba en las ideas de Tucídides, Maquiavelo, Hobbes o Malthus tan actuales como si se escribieran ayer mismo. Si, los políticos hubieran empezado por decir lo que se nos venía encima y, el cumplimiento del deber de cada uno, ineludible, por las buenas o por las malas, quizá se hubiera atajado este caos hace tiempo.” La historia antigua, es la guía más fiable de todo lo que afrontaremos en este siglo”. Kaplan. “El retorno de la Antiguedad”. Este libro es el que estamos releyendo para entender lo que está pasando y el por qué. Todo se repite, y, los antiguos, sabían más que nuestros políticos de como afrontar momentos difíciles. Si los leyeran y, los pusieran en práctica, otra situación sería posible.

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Hay personas que han nacido para ser admirados. Tienen , en su interior, una especie de GPS, un sistema de navegación que funciona de manera automática e infalible. Parecen poseer una alarma interna que, salta a la primera señal de error, rectificar sobre la marcha es su lema. Navegantes de todos los océanos, tienen siempre a mano un plan B que los salva de cualquier naufragio. Saben cuando hay que retirarse para ganar batallas, qué enemigos ignorar y a cuáles no perder de vista. Son, ellos, los que nos enseñan a a distinguir lo urgente de lo importante, lo ordinario de lo selecto y, sobre todo, tienen el poder de controlarse a sí mismos. Si, como creía Kant, la humanidad puede mejorar, serán ellos los que lo consigan.

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Me han citado, con otros muchos, en Expourense, para hacer la PCR. Llego y me pongo a la cola. Antes de cinco minutos, escuchamos a la gente protestando, sin saber muy bien porqué, ya que, acaban de llegar. El chico que está detrás de mí, dice no entender las quejas sin sentido. En nada, la cola empieza a moverse a toda máquina, en dos minutos, estamos dentro. Me coloco en la inicial de mi apellido, me sorprende que sea la más larga. Un señor muy amable, nos va remitiendo a los boxes donde nos hacen la prueba. La enfermera, aún más agradable, nos tranquiliza, antes de proceder, sabiendo de las leyendas urbanas, donde todo se magnifica. Nada más que personas agradables haciendo su trabajo durante horas, sin perder por ello la cortesía. Quejarse, sin motivos, se nos da bien. Como si no fuera suficiente hacerlo cuando los tenemos.