Estimado Moncho:
Al día siguiente a las elecciones de este ya olvidado 28 de mayo, mes de María 2023, me di un atracón de tertulias televisivas. Hasta altas horas de la madrugada hay gente para todo, qué le vamos a hacer. Me dormí con el último estertor, la mente en blanco, me levanté muerto con resaca de licor café, la peor. Las tertulias son a la política lo que las uñas al cuerpo. Si de algo sirven es para rascarse una pústula, un grano en el culo o esa sarna que nos ha crecido en el tobillo porque ya ni nos lavamos, para qué. Podríamos tener unas manos y unos pies sin uñas y viviríamos igual, nos rascaríamos con una lija del 2, o contra las paredes, como hacen las vacas. Si no hubiese tertulias televisivas y radiactivas viviríamos mejor, las confusiones mentales se ahorraban y muchas majaderías serían excomulgadas. Las uñas, ahora mismo, sirven para que muchas señoras inmigrantes sudamericanas instalen consultorios sentimentales de uñas. Las uñas sirven para que algunas mujeres se las pinten, y pronto se las pintarán algunos hombres al paso alegre de la paz femenina beligerante. No hay nada más agresivo que una mujer en pantuflas lijándose las uñas de la mano con ese sonido horrísono patinando sobre arena. Por encima de la lija roma de las uñas te miran como a un filete mientras le dan al pie arriba y abajo, arriba y abajo. Crujir y rechinar de dientes. Peluquerías y manicuras, con la hostelería al por mayor, la gran industria nacional. Las uñas siguen creciendo en el cuerpo de los difuntiños lo mismo que las tertulias crecen sobre el estiércol de toda la política española. La política española de tertulia es una mezcla de mierda y paja, mucha paja mental y mucha mierda, fermentadas en los establos de los partidos políticos, de las radios y las televisiones y las redes sociales. En mi pueblo a algunas cuadras de cerdos les llaman “cortes” y a las pequeñas les llaman “cortellos”. Traducido literalmente en San Caetano, consellería de cultura corporal, “cortejos”. Vete tú a saber porqué los gallegos decimos esas barbaridades, no creo que tenga que ver con el filo de las navajas ni con los noviazgos bajo la luna de Valencia, yo no soy filólogo. “Corte: lugar cubierto y cerrado donde se guarda el ganado…” (Diccionario de la Real Academia Galega, traducción propia, como la cosecha del año pasado). La política española es un constante panegírico tertuliado, unos a un lado, – tan buenos, tan guapos, tan inteligentes, tan humanos-, y otros en la otra esquina, -tan “chupis” y liberales, proactivos y empáticos, etc-, de lo que ocurre cada día en la Villa y la Corte y Cortello de Madrid, en sus palacetes con gárgolas pensantes y en sus bares de cefalópodos rebozados y cabezas de toro de la Ventas inmobiliarias. Lo que ocurra en otro lugar de la geografía nacional no tiene la mínima importancia, la realidad tumbadiós les trae al pairo. Lo importante es quién paga esta ronda. Los tertulianos se van a Madrid a hacer caldo de pollo sin cabeza que después nos quieren dar a cucharadas soperas que tragamos sin masticar. Ni caso. Los tertulianos analizan el asunto con el mismo argumento a favor o en contra, depende de donde sople el viento. Alguno, más que tertuliador, parece un forofo de algún equipo. La tertulia del “día después” en tv española, moderada por un sacristán del poder, analizó todos los rincones del fracaso del partido que está en el gobierno, sin llegar a ninguna conclusión razonable, ya que si no hay una premisa real las conclusiones solo pueden ser fantasías. La premisa real del fracaso del partido en el poder es que muchos españoles no soportamos a ese sujeto pollo/pera, gallo petulante y engreído mentiroso que ha llegado a ser Presidente del Gobierno. “Quinto Séptimo Florente Tertuliano fue un Padre de la Iglesia y prolífico escritor durante la segunda parte del siglo ll y primera parte del siglo lll” (Wikipedia). Yo no soy Tertuliano pero puedo asegurar que si no echan a ese sujeto, la izquierda española del partido político en el poder no volverá a meter las barbas en el cáliz de consagrar gobiernos merced a sus merecimientos. De la otra izquierda no sé nada ni nada puedo decir, ni siquiera creo que exista, son unos bobos progres que juegan con sus casitas. Habrá otro cura en esa misa. A mí las tertulias que me gustaban eran aquellas del café en las que se jugaba al billar, a las cartas, al dominó, etc, (diccionario de la RAE). Las otras no me dicen nada porque con esta última indigestión ya vuelvo a estar sordo, y ciego y no doy una en el clavo. En las tertulias que practico conmigo mismo, lo que otros llamarían monólogos y que no son tan distintas a las que acabo de presenciar, siempre tengo la tendencia a darme la razón y la sinrazón, a asumir como propios mis propios argumentos y los de ese otro sujeto que vive en mi cuerpo y así no hay quien llegue a ninguna conclusión unánime, siempre me equivoco y en eso se basa mi esperanza en el acierto de mis sagaces predicciones de tertulia. Si estuviese en Madrid ya me habrían fichado dos televisiones porque se ahorraban seis o siete sueldos de expertos en sopas bobas y en análisis forenses de cadáveres políticos todavía calientes.
Atentamente,
Lázaro Isadán