Estimado Moncho:
No se puede negar que Lababia ha progresado adecuadamente en estos últimos años y que en estos últimos meses ha sufrido un impulso hacia el mañana por la tarde de tal magnitud que ya ni salimos en la foto de los satélites espía, tan solo aparece una estela luminiscente, más propia del Halley que de una ciudad y provincia del interior de la España Ulterior. Y todo gracias al esfuerzo, ímprobo claro, de los que han puesto el dedo en la llaga en estos últimos cuarenta años de democracia, que son los mismos que los de los otros cuarenta anteriores, están hechos unos vejestorios. Si se fija uno bien, entre los hilos sueltos del polvo estelar que deja nuestro rastro del pasado en esa foto de la CÍA, únicamente quedan a la vista los cementerios de siempre y los tanatorios del plan Zapatero, que siguen siendo nuestra aportación principal a las nuevas tecnologías, a pesar de que somos la provincia con más longevos de España y la gente se resiste a morirse ni siquiera de accidente o por la zancadilla de la inflación. Una caída con rotura de cadera a ciertas edades tiene siempre unos resultados funestos.
El progreso apabullante al que me refería se nota en muchas cosas. Una de ellas es esa escalera mecánica que adornará la hermosa calle Concordia. Supongo que habrá dos escaleras, una para subir y otra para bajar porque, como bien saben los esquiadores de las nieves de hogaño, las bajadas son lo realmente peligroso, y nadie subiría tan lentamente si no fuese porque puede bajar deprisa, alegoría erótica y vital de larga tradición. También supongo que la velocidad de las escaleras mecánicas estará regulada, desde un chiringuito, por el conductor de autobuses municipales que después del expediente de regulación de empleo por el descenso del negocio, se dedicará a controlar los funiculares de los remontes desde Progreso a Paseo, vengo por toda la Ría.
La calle Concordia tiene un nombre que exhalaba calma y sosiego, allí no había gritos, el olor del café recién hecho ascendía al cielo y las gentes que la habitan siempre tenían un aspecto de domingo aun cuando fuese martes. Pero el mundo les va a cambiar. Para empezar el nombre de la calle se irá al limbo de los nombres inutilizados, al desguace de los nombres de segunda mano, lugar donde esperan la entrada en el Paraíso de los Nombres Anómalos, algunos tan reconocidos como General Franco, José Antonio, o Juan XXIII o Santo Domingo. Conociendo el ingenio de muchos vecinos de Lababia pronto bautizarán la calle Concordia de acuerdo a las nuevas circunstancias transtópicas, poniéndole un apelativo cariñoso más apropiado y que será el que permanezca en el magín de los ciudadanos del futuro, si queda alguno. Cuando se abrieron las Galerías Centrales los usuarios cazurros acabaron llamándole el Túnel, como aquellos personajes de los Cronopios de Cortázar que a una tía suya que tenía un trasero prominente nunca le llamaban ánfora etrusca sino simplemente culona.
Otra de las noticias que me hacen confiar en el despegue definitivo de esta ciudad y provincia hacia el mundo feliz del Más Allá es esa pretensión de la Diputación de Lababia de convertirlas en un inmenso plató cinematográfico. Por fin. Después del éxito de Almería con el espagueti wester me froto las manos de nuevo porque a mí el cine me chifla como un capador y mi inconfesado anhelo siempre fue el de convertirme en secundario de lujo en una película psicológica de robots peregrinos a Compostela, ambientada en un monasterio cisterciense. Como las subvenciones públicas han sido lo que ha mantenido la exquisita calidad del cine español en lo más alto de la cartelera mundial, no dudo de que las propinas que suelte la Diputación de Lababia sirvan para crear una obra maestra que pueda competir definitivamente con toda la mediocridad que viene de Hollywood. Stanley Kubrick ya ha solicitado un folleto para viajar en el tren termal y poder empezar con las localizaciones. Los parados de Lababia serán los extras que actuarán como masas proletarias, los cargos políticos serán los personajes principales, actores todos ellos consagrados en el teatro de Broadway, y los magníficos escenarios naturales serán eso, escenarios naturales del Ribeiro, la Ribeira Sacra y Valdeorras. Las vacas del rodeo las pondrá Fontefiz. Si nada se tuerce, otro Goya al coleto. Quién sabe si esta mezcla de provincia termal y cinematográfica no dará lugar a un nuevo género gore, que se podría denominar “decadente espiritual zombi Trasdacanda” o “decadente de espíritu de los balnearios con fantasma”, catapultando al estrellato a directores no natos del mismo genio que Visconti o Bergman, o el mismísimo Mariano Ozores.
En fin, nunca bien ponderado Moncho, aunque el inmovilismo goza de buena fama entre algunas gentes de corazón sereno, ya iba siendo hora de que todo se moviese un poco más deprisa en esta tierra que, -hasta ahora, eso sí-, tenía fama de padecer una arterioesclerosis crónica a pesar de los esfuerzos de las autoridades por convertirla en una jovenzuela con el futuro de otros cuarenta años de paz eterna, por lo menos.
Atentamente,
Lázaro Isadán
P.D. le mando dos viñetas de hace cuarenta años de mi bodega particular para que sienta en propia carne que gracias al progreso esos chistes de los dos genios, Forges y Quesada, hoy ya no tendrían sentido.