Es difícil mantener el tipo a todas horas. “Mantener el tipo”, una frase que no sé qué significa, me sería más fácil si se dijese mantener a los tipos, eso es evidente. Es difícil mantener el tipo, ser a todas horas un hombre tan íntegro como un angelito católico sin espada, con el culo al aire, con solamente un bolígrafo y un DOGA en la mano diestra, aquella a través de la que dios habla a los ignorantes. Feijóo es un gran tipógrafo, es un hombre que mantiene el tipo y a los tipos y coloca las palabras en orden de batalla. Un hombre íntegro, un gobernante ecuánime no tiene preferencias, se ocupa por igual de sus amigos que de sus enemigos, pero Feijóo no tiene enemigos, sólo tiene súbditos, clientes, ciudadanos condescendientes con una póliza “nihil obstat” tatuada en la frente, a los que hay que introducir en la fotocopiadora y sacar sesenta y nueve copias para mandar a los sesenta y nueve departamentos de las sesenta y nueve mil oficinas en las que se ha convertido Galicia. Si no tienes una oficina en la que pasar tu vida y en donde caerte muerto no eres nadie, así sea la oficina abstrusa de las páginas web oficiales. La profunda razón de esta Xunta de Galicia es la de ser un gran palacio imperial en el que los sótanos sean mucho más extensos que los lujosos despachos a ras de tierra. Y entre despacho y despacho, entre oficina y oficina, entre covachuela y covachuela, unos enormes pasillos decorados por el arquitecto de Ceaucescu, viejito exiliado en el finis terrae, que trabaja de pasante haciendo pasillos para que los tipos fijos y variables vivaqueen durante los años que dura la legislatura, que ya son muchos. Pasillos con enormes lámparas arañas, mármoles y granito de Porriño, cerámicas de Sargadelos, oropeles del Tesoro de Caldas de Reis, un reflejo dorado del obispado de Ourense o de la capilla regia del Apóstol. Algunos pasilladores ya tienen despacho propio, capilla propia, y amante fija, al lado del despacho del conselleiro y así, poco a poco, Galicia, además de ser el país de los mil ríos y las mil rías, es el país de los mil pasillos liberal-capitalistas poblados por la fauna que ha sido criada por el caciquismo y el eclesiastismo galaico a lo largo de los lustros, desde Montero Ríos a Cuiña. Unos van sacando unas residencias para mayores, otros unas clínicas médicas privadas subsidiarias de la medicina pública; un monopolio del transporte por carretera, unas concesiones de obra pública ad aeternum, plantaciones balsámicas para hacer papel oficial, parques eólicos para no sudar trabajando; otros, el catering para celebraciones suntuarias, la hojalata para tanto premio a la excelencia, lápices, pantallitas, merchandaisin para ferias, fiestas y mercados de las inauguraciones oficiales, tan abundantes en este pais…
La mano diestra de Feijóo pastorea a esta Nación hacia la ideología del tendero que vende, si hace falta, la faja de la suegra cuando se han acabado las existencias en el colmado. Uno mismo va a descolgarla del tendedero. Ideología pura para los amigos sin ideología. Todo ello con una cara seria, circunspecta, de hombre equilibrado, sensato, reflexivo pasivo. A Feijóo solo le falta salir en los billetes, en las monedas y en el membrete de las Mil y Una Circulares, ese gran libro de anécdotas que manda a sus vicarios de las delegaciones provinciales para que los gallegos que no somos tan listos como los hijos del Partido Único no nos acostumbremos a vivir demasiado bien y tengamos pesadillas con los cuentos de la vieja. Los arqueólogos del futuro quizá encuentren un denario de plata con su efigie en el mismo estrato que una moneda del emperador Justiniano Primero, q. e. p. d., aquél del Código Civil romano y foral gallego, constructor de mausoleos en el Monte de los Reyes del Gaiás.
Retratos en la orla 7 Feijoo
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Lázaro Isadán

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