Estimado Moncho:
Se les llama Padres de la Patria y aunque algunos están orgullosos de serlo, si se hiciesen muchas pruebas de paternidad se vería que la mayor parte de ellos no son ni siquiera apropiados para figurar en el Libro de Familia. Otros, más que padres, podían ser abuelos de la patria, por el tiempo que llevan arrastrando las pantuflas por los parlamentos. A lo mejor, al señor Casado, cuando reniega de su pasado habría que preguntarle por esos abueletes que saben ordeñar las vacas con una delicadeza tan femenina que la vaca ni se entera. En mi pueblo había una leyenda, que a los niños les hacía miedo, y era que las serpientes se enroscaban pata arriba y succionaban la leche de las ubres vacunas, un horror. En Lababia hay algún personaje que lleva succionando desde hace cuarenta años y sigue, como Joe Rígoli, y, que se sepa, lo que sabe hacer es footing y fotos de inauguraciones de obras que aun no se han acabado. Romper con el pasado es difícil cuando el abuelo fantasma de las navidades futuras se te presenta todos los días a cobrar la iguala. Son abuelos de Patria que se esfuerzan mucho, como esos autónomos que no quieren jubilarse porque en casa no aguantan a la parienta y flotan por los negocios estorbando a empleados y clientes, y que en verdad lo que hacen es echarle el ojo a la máquina registradora. Los hay en todos los partidos y ya han hecho una carrera tan provechosa que tienen asegurada la pitanza de tres generaciones subsiguientes, en su olla podrida flotan las mejores tajadas y sus viudas los adoran.
Pero de lo que le empecé hablando no fue de los abuelos sino de los padres de la Patria, ocurriéndoseme que, a la vista de lo que hacen estos padres, se deduce que creen que sus hijos son medio tontos, digan lo que digan las madres, y hay que llevarlos del ramal como a las burras y apartarlos del mal camino y de las malas compañías. Tengan la edad que tengan sus hijos, siempre pensarán que hay que atarlos corto. Si ellos son los padres, indudablemente los hijos de la patria seremos nosotros, digo yo, unos hijos apalominados y tarambanas que no sabemos por donde anda la mano izquierda, ni la derecha, ni el centro. Los padres de la patria son padres putativos, vegetativos unos, o asaltacamas adúlteros otros. Han oído decir que cuando sean padres comerán huevo y entonces se piden seis, como los buenos tragaldabas. A muchos de estos padres se les confunden los términos y quisieran empezar su carrera paternal casándose por lo civil o por lo canónico y, aunque no pudiesen ellos por lo de la bigamia, celebran una ceremonia inolvidable: se hacen cargo del patrimonio familiar del suegro y casan a sus niñas en el Escorial y le besan el anillito al arzobispo. Otros se casarían en una fiesta flamenca o en un aquelarre de paracaidistas ecológicos. Algunos llevan ya a los futuros votantes a darles de mamar en el Palacio de San Jerónimo, el gran mamadero nacional, para que vayan aprendiendo aquello de “la sabia nutricia que circula por las venas de la Nación”. Tiempo habrá para que sus vástagos más conspicuos, que suelen coincidir con los de su propia sangre, entren en la prietas filas de algún partido para ir mamando de pie lo que otros tienen que mamar de rodillas. Los otros, los de la inclusa, futuros adoptados, nosotros, la gran mayoría, tendrán que bandearse con la vida y salir por ahí a buscarse el pan y la sal que no se le niega a los de casa. Como decía don Manuel que, más que padre, fue bíblico patriarca, qué culpa tenemos nosotros si nuestros hijos son más listos que los de los demás. Ya lo decía Isaac de Jacob. Don Manuel fue patriarca, fue Hijo y fue Espíritu santo y aun parece tutelar con sus tirantes rojigualdas a sus yernos bisoños.
Aprovechando esta maldita pandemia los padres de la patria han decidido que, como somos tontos y no tenemos aún uso de razón, excepto el día de elecciones, no se nos deje salir de noche, andemos todo el día amordazados, no nos juntemos en contubernios, se nos obligue a ponernos la vacuna, se nos matricule en un colegio de pago y en una residencia-ataúd privada y si nos ponemos malitos la culpa es nuestra por andar todo el día sorbiéndonos los mocos. Nada de sexo con protección. Misa diaria, peregrinación a Compostela con los HH Maristas y uniforme con calcetines blancos y camiseta de asas calada. Nos apuntan a la OJE y a los Boys Scouts y hay que volver a tratarlos de usted. Los padres presumen de traer el pan y el fútbol a casa y eso debería bastarnos para sobrevivir, de lo demás se encargan ellos. Se van al bar a echar la partida y entre varios se reparten los jueces y los opulentos chollos y cantan las cuarenta en oros.
Los padres de la patria siempre se consideraron a sí mismos gente seria, responsable, ejemplar. Lo que pasa a veces es que la muchachada se les va de las manos, se escapa de noche y vuelve al amanecer para deshacer la cama. Cuando descubren el desaguisado se persignan y le echan la culpa a la madre por malcriarnos y mimarnos en demasía. Y aunque la madre dice que hay que mandarnos al psicólogo, ellos, los Padres de la Patria, lo que piensan es que esto se arreglaba con un par de hostias, porque tienen miedo que nos parezcamos a Edipo y un día nos carguemos a alguien. Mano dura, es lo que hace falta.
Atentamente,
Lázaro Isadán