Estimado Moncho:
No sé si le ha echado usted un vistazo a la macroencuesta de Semanal XL del 15 de noviembre (ahora todo es “en cuesta”, y el Semanal XL cada vez más L) a propósito de los diez libros perfectos preferidos de grandes, pequeñas y medianas figuras públicas. A mí me han llamado la atención varias cuestiones. He de confesar apesadumbrado que sólo he visto las listas que aparecen en el papel cuché, ya no me he tomado el trabajo de consultar el formato digital donde hay otras muchas, y he echado en falta en esas listas a uno de los escritores más importante del siglo xx como fue Jorge Luis Borges. Pero claro, a propósito de libros, como a propósito de congéneres, cada quién tiene sus gustos. Conocí un chicuelo de quince años, cuando yo tenía veinte, al que la que le “ponía” era Alaska, amores ciegos. Pues eso. Blas de Otero decía que con cinco libros para llevar a una isla desierta era más que suficiente y aun estos cinco eran demasiados. Un proverbio portugués que siempre repito va por el mismo camino y dice que un burro cargado de libros es un doctor, y ya se sabe que ningún burro tropieza dos veces en el mismo libro…malo.
Han atraído mi atención otras cuestiones: por ejemplo los anaqueles, los estantes, las bibliotecas, digamos físicas, que aparecían en las fotos. Más o menos todas de apariencia normal, más o menos desordenadas, todas más o menos pobladas de papel encuadernado sin más. Todas, menos la del presidente del gobierno, don Pedro Sánchez, cuyos libros tenían tejuelo, como los de las bibliotecas públicas. O este hombre tiene tal cantidad de libros, como intelectual al por mayor, que necesita un sistema de archivo, y entonces es lógico y puede ser que le hagan falta; o puede ser que esa biblioteca que sale en la foto no sea la suya, o puede ser que un hombre tan ordenado física y mentalmente, tan aseado, tan pulcro, necesite saber en cada momento en donde se encuentran los libros de sus amores para no perder el tiempo en ese Babel imposible, quién sabe, habiendo de buscar en el fichero archivador. Estoy seguro de que nuestro presidente es un lector, un buen lector, un lector empedernido, eso es evidente por sus respuestas. O lo era, porque ahora ya no tiene tiempo de leer, porque lo usa todo para ir dando vareadas en esa inclinada mesa coja de billar a dos bandas que es su gobierno.
Tampoco estoy al tanto de lo que este hombre quiere decir cuando dice que “me gusta la literatura esperpéntica”. No sé a qué se refiere. Por literatura esperpéntica parece que alude a la que escribió Valle Inclán, autor de sus preferencias, en cuyo caso sólo lo sería Luces de Bohemia y algún teatro más, en ningún caso las Sonatas, que él escoge para su biblioteca ideal; o pudiera ser que considerase esperpéntica aquella en cuyo interior se desarrolla un esperpento y eso englobaría toda la literatura universal; o se referirá quizá a la literatura del absurdo; o a la expresionista; o quizá a la literatura infantil actual. ¿Es “Nacionalismo y Democracia” esperpéntico? Pudiera ser. Yo no sabía que existiese un género, una literatura catalogada de esta forma, porque si atendemos a la propia definición de esperpento, realidad distorsionada y grotesca, toda la literatura que en el mundo ha sido es, en suma, esperpéntica, desde la filosofía de Nietzsche hasta la poesía de Homero. No hay representación de la realidad, incluso la fotográfica, que no sea un esperpento, no tiene uno más que mirarse la foto del DNI.
No está, lo sé muy bien, nuestro prohombre, para florilegios y retóricas banales, bastante tiene con su toreo en plazas de despacho y que no lo pille el toro, pero ya que alguien se tomó tanto trabajo en portadas cartel y en propaganda descarada, pudo haber consultado a un asesor literario para que le asesorase literariamente. Y si no tiene un asesor de estos, pudo haberlo pedido prestado a alguien como Bono o como el alcalde de Ourense, que tiene dos. Al final estos asesores siempre salen baratos. O por lo menos el maquetador de la portada XL pudo haber reflexionado, “autorreflexionado” que diría la ministra portavoz, sobre lo que es “literatura esperpéntica”, así, a secas y sin anestesia, y no colocarlo en letras grandes como resumen de lo que D. Pedro dice de lo que le gusta en literatura y en bibliotecas perfectas. Una pena, con lo bien que hubiese quedado si no hubiese dicho nada, presentando tan sólo, rodeado de sus libros, su busto apolíneo que, ¡voto a Bríos! que lo tiene y campa chipén.
Atentamente,
Lázaro Isadán