Todos recordamos lo sucedido el 11 de marzo de 2011, en Japón un terremoto de 8,9 (el más fuerte en 140 años, el quinto mayor registrado en el mundo desde que existen instrumentos de medida), decenas de réplicas (más de 10 entre 6 y 8 grados). Con un tsunami con olas de 30 metros (según los últimos datos), y que alcanzó la Antártida rompiendo varias lenguas de glaciares. Donde la línea costera más cercana al epicentro, en el noreste del país, ha avanzado cuatro metros hacia el oriente (es decir, en dirección a Estados Unidos). Moviendo el eje de la Tierra 16,7 cm y adelantando el giro de la Tierra en 1,8 millonésimas de segundo (acortar el día en ese tiempo). Terremoto y tsunami causaron 30.000 muertos, y millones de víctimas.
Tras el terremoto y todo lo ocurrido con la central de Fukushima, una central nuclear copiada a finales de los sesenta de otra americana, que sólo estaba preparada para aguantar terremotos de grado 6 y construida con tecnología de segunda generación, con un mantenimiento adecuado a esas características, no al de las actuales, dio la voz de alarma sobre la energía nuclear, y se expandió más que el propio tsunami, recorriendo el mundo e incidiendo en la energía nuclear, ¿Cuántos murieron por causas de la radiación emitida?. Cierto que existe contaminación y especialmente en el mar. Pero cercano en el tiempo se produjo el 7 Julio 2009 por Corea del Norte la detonación con éxito de su primera bomba nuclear que produjo ondas sísmicas de una magnitud de una magnitud de 3,6 grados en la escala de Richter (4,2 según el United States Geological Survey de EUA). Más recientemente el 12 de septiembre de 2011 se produjo el accidente-incidente ocurrido en un horno de fusión de metales, una fábrica de tratamiento de residuos de baja o muy baja radiactividad, perteneciente a Socodei, filial de la eléctrica francesa EDF, situada a orillas del Ródano y a las afueras de la localidad meridional de Marcoule, saldo un muerto y cuatro heridos. Pero ambos no tuvieron repercusión, ¿por qué?. Tema a tratar aparte
El día 14 de marzo de 2011 La canciller alemana, Angela Merkel, ha anunciado una moratoria de tres meses para la ley aprobada el pasado otoño que contempla ampliar la vida de las centrales nucleares del país hasta 14 años. Posteriormente aprobó el desmantelamiento total. El “apagón” nuclear en Alemania propuesto por el gobierno alemán significa que en el 2022 no habrá ninguna nuclear. Cuenta con el apoyo, según dicen, del 65% de la población alemana. Incluso la gran multinacional alemana Siemens cerró su división nuclear. El propio Gobierno germano ha admitido que el coste llegará a los 2.000 millones anuales de aquí a 2022. Si se admite esta previsión a lo largo de dos décadas, la factura podría alcanzar los 40.000 millones de euros. Esta última cifra es la que reconoce la CDU, el partido de Angela Merkel, en un documento interno.
Estudios realizados indican que se producirá un alza de 6% en las cuentas de energía (se trasladará a la industria, transporte y finalmente a las personas), bastante optimista ya que el precio de electricidad para el consumidor alemán desde que se cerraron las siete centrales nucleares más antiguas ha aumentado el 12%. Además, la emisión de gases contaminantes crecerá un 9%. El desmantelamiento de los reactores nucleares tendrá un coste mínimo de 18.000 millones de euros, según publicó el periódico Handelsblatt el 28-09-2011, en base a un estudio de la asesoría de empresas Arthur D. Little. Francia y Suecia han protestado, arguyendo que van a recibir parte de la contaminación que se va a generar. Suecia añade que, a su juicio, la decisión germana va a perjudicar los esfuerzos para reducir las emisiones de CO2. De hecho el Parlamento sueco aprobó hace un año una ley que permitía renovar los diez reactores nucleares con que cuenta Suecia. La ley supuso el fin de la moratoria para construir nuevos reactores, pero al tiempo que se desmantelan los viejos, de modo que el número total no exceda el existente en la actualidad.
Japón con una deuda pública superior al 200% del PIB, está acelerando el cambio en la estructura de la economía japonesa, en parte debido a la falta de energía. Sólo funcionan 11 reactores nucleares (54 ya están parados desde el terremoto y tsunami que le siguió el pasado 11 de marzo). Este cambio se acelerará si en abril del 2012 se consagra el apagón nuclear, con el consiguiente costo para su economía.
Ante estas noticias cobra especial relevancia el debate, organizado y moderado por el director general de la Fundación Ciudad de la Energía, José Ángel Azuara el 8-09-11, en el que participaron el checo Vaclav Smil, y el científico estadounidense Jeffrey Hangst, Smil dijo que el accidente nuclear japonés de Fukushima ha ocasionado un gran retroceso en la investigación nuclear motivado por los “temores políticos”. Según Smil, “si el error humano paraliza la investigación, nunca seremos capaces de avanzar en nada”. En la misma línea se posicionó su colega científico, Jeffrey Hangst, quien apuntó que la postura de Alemania de volverse atrás y denostar la energía nuclear “fue irracional” y ese posicionamiento “no tiene un respaldo científico y es más una decisión y posicionamiento de políticos”.
Tanto Smil como Hangst se cuestionaron la existencia en la actualidad de una crisis energética mundial, “sabiendo como se sabe y avanzando como se ha avanzado con numerosas soluciones tecnológicas”. “Somos una civilización de combustibles fósiles, estamos muy limitados y por eso no se puede hacer nada”, resumió Smil, refiriéndose a la imposibilidad de modificar el modelo de consumo energético, y a las dificultades que siguen presentando las energías solar y eólica. Vaclav Smil, y el científico estadounidense Jeffrey Hangst, durante un debate sobre el futuro de la energía celebrado por la Ciuden en Ponferrada (León), coincidieron en la necesidad de seguir investigando en la fusión nuclear y tratar de avanzar en esta producción energética.
En otros foros se ha estudiado que con las políticas energéticas actuales, las emisiones de CO2 a nivel mundial aumentarán en un tercio hasta alcanzar los 40.000 millones m3/año. Por el contrario, y pienso que es para meditar, las ocho centrales nucleares españolas (su producción representó más del 41% de la electricidad libre de emisiones en el sistema eléctrico español) evitan la emisión de 40 millones de toneladas de CO2, la mitad en que superamos la emisión de CO2 conforme a lo acordado en Kioto. Los 143 reactores que operan en la Unión Europea (UE) ahorran 700 millones de toneladas.
A España las energías renovables le cuestan 5.500 millones de euros anuales por las subvenciones a las empresas eléctricas (3,67 veces lo ahorrado por el congelamiento de las pensiones en 2011). Hay que añadir que el estado debe 24.000 millones de euros a las eléctricas por subvenciones, y parte de la moratoria nuclear. Para embrollar más el problema (¿y la deuda?), se ha aprobado el 11 de noviembre de 2011 un impulso a la energía eólica siguiendo subvencionándola, aunque para paliar la noticia se prometen 300.000 puestos de trabajo en este sector. ¡Creámoslo!. No se puede olvidar que la energía eólica necesita un complemento, normalmente una central de ciclo combinado (gas y carbón principalmente), para funcionar y poder suplir los bajones que se producen al ser las corrientes de aire discontinuas.
Aquí las persona de a pie han visto incrementado su recibo en un 60% en los últimos años por esas políticas, no por la subida del petróleo con un dólar a 1,45 y el barril a 100.Podemos compara los costes con algunas de las naciones que nos rodean, viendo los precios del 2010 expresados en céntimos de euro por kilovatio hora (Kwh):
• Francia 7,46
• Suecia 8,05
• Reino Unido 9,89
• Alemania 11,20
• España 11,67
Cómo dice Séneca: “El tiempo descubre la verdad”. Y aunque muy probablemente no lo haya dicho nunca, dadas las circunstancias en las que se encontraba, digamos cómo Galileo Galilei: “Eppur si muove” (Sin embargo se mueve)