J.M.Coetzee (Ciudad del Cabo 1940- ) es una voz reconocida.
Pero eso no importaría mucho si no hubiese valores éticos en su obra. Si esta no fuese un posicionamiento ante el mundo. Leí hace unos años “Desgracia” (1999) y posteriormente fui buscando su obra por impulsos como si necesitase alimentar el eco de su voz en mi memoria. La mezcla de lirismo y violencia que destilan sus palabras cobra una potencia demoledora a medida que nos adentramos en el paisaje interno de su escritura. Me deslumbró el poder incisivo de su lenguaje que funcionaba como un estilete diseccionando las estructuras aparentes.
“La edad del hierro” (1990) es una historia sobre la compasión y la experiencia humana de abrazar el dolor del otro. A través del rigor su escritura señala lo esencial evitando rodeos y malabarismos en torno al leguaje. Esta obra me descubrió como la delicadeza representa la esencia de lo humano y la barbarie es solo una deformación. Más allá de la desesperanza hay un fondo luminoso en su escritura porque la técnica está al servicio de la verdad. Y la verdad tiene un fin moral: denunciar la injusticia. El absurdo de la injusticia y la ignorancia que la consiente.
©Cruz López Viso, 2016.