Caía…
Caía una chubasquera escandalosa sobre los tejados de uralita cuando Bernardo Peaguda invocó desde la ventana abierta a los pájaros de mal agüero. Desde el palisandro del buró, con las velas encendidas, invocó con los brazos extendidos a las ánimas del purgatorio, a las fuerzas ocultas y a todos los engendros del averno. Meigas, trasnos, salamandras y culebras, apretó los ojos, maldijo todo lo que sabía y de una patada lanzó el cojín del sofá