Comentaba el pasado martes con mi caballo el tan traído y llevado tema de la crisis. Mal asunto, me dijo. Te van a esquilmar de nuevo el sueldo. Debo aclarar que por las mañanas me ocupa mi trabajo de funcionario. Bueno, mi caballo dice que lo mío no es un trabajo, que más bien es una putada ya que, aclaro de nuevo, mi cometido es el de recaudador de impuestos cosa que él me echa en cara y menosprecia a la menor oportunidad llamándome de todo, desde sanguijuela y chupacabras, a mastín y asustaviejas con providencias de apremio y requerimientos de bienes. A veces me encojo de hombros y otras, cuando me coge a contrapié, lo mando sin más a hacer puñetas o lo que es peor, porque sé que es lo que más le jode, lo trato de usted y le llamo jumento, penco o rocín. Incluso una vez le llamé bestia de albarda. Debo reconocer que me pasé, que se me agotó la paciencia, pero llevaba dos días dándome la brasa con unos ejercicios que estábamos practicando para un concurso de doma clásica y al llegar al piaffé, se bloqueaba como un pollino. Después de una semana sin dirigirme la palabra, me miró muy suficiente y de reojo y dijo: a partir de ahora, también de usted. Al cabo de unos días se le pasó y continuamos hablándonos como si nada. Hace unos meses, en pleno galope, tuve la ocurrencia de caerme como un saco de patatas. Me pulvericé el omóplato derecho (escápula dicen en el ámbito sanitario) más que nada por salir de la rutina. Dos meses el brazo inmovilizado con cabestrillo y otros dos de rehabilitación. Pues buena fue la que me armó porque no había ido a verlo. En mi descargo le dije que no podía conducir, que estaba medio inválido, tullido, y que lo habría llamado si tuviese móvil pero como era tan reacio a esas cosas luego venían los reproches y los malos entendidos. La cosa quedó allí y volvimos a lo nuestro. Le dije que como me esquilmasen de nuevo el sueldo iban a terminarse las prebendas y las meriendas con manzanas Golden y jugosas zanahorias. Me contestó que no le preocupaba demasiado porque a él lo que de verdad le gustaba merendar eran bollycaos o en su defecto tigretones de fresa. ¿No te das cuenta, continuó, que os están acojonando? Me dijo que lo único que querían unos pocos era mangonear a otros muchos con el miedo por ariete. Fíjate, me dijo: esta Europa de ahora parece la Latinoamérica de los 80. Le dije que la prima de riesgo estaba bastante relajada en estos días. Nada, nada, me dijo; es la calma antes de la tempestad. Argumenté que el Ibex 35 había cerrado sin cambios y que mantenía intactas sus aspiraciones alcistas. Paparruchas, dijo. ¿No ves como eres un pardillo? Los índices los manejan los demás a su antojo. Ahora subo, ahora bajo. Ahora aprieto, ahora aflojo. Criaturas. Sois como marionetas en la cuerda que ya cantara Sandie Shaw. Bueno bueno, protesté algo ofendido, tampoco te pongas flamenco. Le dije que estaba comentando lo que había leído en los periódicos, que yo ni ponía ni quitaba rey y que tampoco ayudaba a mi señor. Respondió, suficiente él, que los periódicos andaban últimamente con las tintas demasiado cargadas y que había que saber leer entre líneas. Volvió a llamarme pardillo y a renglón seguido me pidió un Ducados. Le dije que si le valía Winston. Me lo aceptó con cara de perdonavidas. Como haciéndome un favor. Le pregunté con mucha sorna si también quería fuego. Me respondió en el mismo tono que de ninguna manera, que no me molestase, que enseguida sacaba el zippo del bolsillo del blazer. Tras unas cuantas bocanadas, la conversación continuó a trompicones de dudas, reflexiones y algunos carraspeos. Después de la última pitada al Winston con el filtro ya abrasado, me dijo muy serio mirando a la Luna: mira capullo, cuanto más conozco a los hombres más me gustan las yeguas y además, de nada sirve el estado de bienestar cuando el miedo te atenaza. De nada sirve el orgullo y la cabeza alta cuando te vapulean cada día y cada día te aplastan. Ya sé que yo relincho mientras tú hablas y hablas pero también sé, que nunca rebuznaré aunque me cambien la cuadra por un sillón y me vistan de corbata, porque, de nada sirve, lo que no sirve de nada.
Conversaciones con mi caballo
Comparte esta noticia:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Imprimir
Carlos Garcia-Manzano
Carlos Garcia-Manzano
Él es Carlos García-Manzano amigo no sólo de elcercano, donde cada semana participa activa y entusiastamente en nuestro programa de radio, con su sección"Todo Letras" acercándonos a este mundo de relatos inéditos, creados por él mismo, y cada cual más original. Hoy comparte sus historias no sólo por las ondas radiofónicas sino también por estos espacios virtuales.
Más artículos de este autor