Sol de Otoño
Todavía oscuro y el gesto resignado, se levantaba todos los días a las seis y media. Sólo los sábados se permitía arrebujarse entre las sábanas apenas una ahora más. Una hora que le sabía a gloria mientras él resoplaba como un buey desparramado sobre la cama. Casi en el precipicio del colchón, se agazapaba como podía conteniendo la respiración para no despertarlo o impidiendo que alguna tos impertinente resonase en el dormitorio. Como todos los