MENOS MAL QUE ESTAMOS NOSOTROS
Aunque uno va masticando a duras penas las muestras más indigestas de la condición humana a veces aun me sorprende alguna exhibición de correosa desfachatez. Yo sabía, por escarmiento en cabeza propia, que las ansias de los curas en prohibir, en censurar lo que a ellos no les gustaba, era ya una enfermedad tan grave como incurable, y que en esa sigue la cleriguicia del mundo entero, gente sufrida. Ahora ya no andan por