Ha muerto el hombre más cochino del mundo a los 96 años. Era iraní, cuenta la crónica. Uno, en su ingenuidad burguesa había creído hasta ahora que la limpieza, la asepsia, la pulcritud, eran virtudes que adornaban a los hombres sanos, y que un hombre sano recién duchado era más longevo que un hombre enfermo o doliente saliendo de un baño de vapor. Pero no, a la vista está que es la mugre lo que conserva y que la limpieza mata. Quizá nos pase como al vinagre, que sea esa madre que se va criando con los muchos años lo que hace que el vinagre sea bueno, o excelso; que es la buena madre, o la mala, pero madre al fin y al cabo, una materia viscosa, repugnante, la que convierte un mal vino en una maravilla que realza el sabor de la lechuga, lo que es mérito singular y complicada alquimia. Yo no como lechuga, me produce melancolía, pero admiro el proceso químico que se produce en una ensalada, es una milagrosa metamorfosis que transforma el paisaje hortícola en cuerpo y alma inmortal a través de la digestión. Lo mismo que hace el vinagre con los vegetales lo hace el pintor con los horizontes lejanos y las flores. Pero ya me voy alejando del papel que juega la ausencia de higiene en la tardanza del tránsito de este mundo al otro, del presente al futuro incierto pero seguro.
Los niños no quieren lavarse nunca, si acaso los niños quieren zambullirse pero no les hables de jabón. Los niños son inmortales, o deberían serlo. Cuando a un niño se le empiezan a arrugar las huellas de los dedos es que ha llegado el momento de sacarlo del agua para que tirite un poco con la brisa de la tarde al lado de la piscina, el niño rico; al lado de la presera del rio, el niño de clase mediana; al lado de la alberca que supura verdín, el niño pobre del pozo del tío Raimundo, pozo que se ha secado por culpa de las captaciones ilegales para el campo de golf. Las huellas dactilares húmedas de los niños muy mojados son como las huellas dactilares secas de los viejos que no se lavan, los extremos se tocan. Los niños y los viejos, si no se lavan, o si no los lavan, huelen a pis, pero a los niños se les perdona porque son tan bellos como los gatos. A los gatos y a los perros no les gusta el agua para lavarse y tampoco beben mucho. Los viejos no se quieren lavar demasiado, les basta con beber un agua mineral y soñar con que está lloviendo. A un viejo iraní que vive en una cueva y come puercoespín, hubo que matarlo de viejo para que dejase de vivir, porque si nos fiamos de la cochambre que había acumulado sería inmortal, noventa seis años son casi una inmortalidad de la pituitaria. Los ayatolas iranios no se lavan jamás, son las monjas hermanas adoratrices de la mezquita las que les pasan una toalla húmeda perfumada de rosa mosqueta por encima de la piel santa y las otras partes para que no huelan a cadáver, que es a lo que huelen normalmente. En Roma y en el Vaticano hay muchas fuentes pero no hay mucha limpieza. Los patriarcas varias veces centenarios de la Biblia no se lavaban, y Moisés ni siquiera cató el agua del Nilo porque iba en una cuna de mimbre embreada. Muchos años después separó las aguas del Mar Rojo porque no tenía ganas de mojarse el culo bíblico. De Egipto a Irán tampoco es que haya mucha distancia y a Irán es adonde iba, -era la tierra prometida por donde anduvo el Paraíso Perdido-, pero se quedó antes, en un kibutz del desierto, el que fue a Castilla perdió la silla. En las barbas del viejo iraní cochino que se ha muerto hoy había hecho el nido una abubilla, ese pájaro tan hermoso que huele a podredumbre y hace el nido con excrementos. En las barbas de los santos irlandeses, según Cunqueiro, hacen el nido los jilgueros y las alondras, se ve que los irlandeses se lavan un poco más que los persas, quizá sea que en Irlanda llueve más a menudo…
El viejo mugriento iraní se murió porque lo convencieron de que se aseara un poco, a lo mejor había una boda. ¿Qué hubiese pasado si el hombre hubiese seguido siendo un guarro de tomo y lomo?. Sería casi inmortal y viviría otros noventa y seis años, suficientes para ver como regresaba el Sha y se iban los curas negros. Parece que Irán necesita más jabón, igual que Rusia, China, o las arabias felices, porque las gerontocracias de mandatarios y barraganas se mantienen en el poder a fuerza de no lavarse mucho, apestando a los súbditos y al resto del mundo, desde lejos. Algo huele a podrido en esos lugares. El iraní con un titulo honorifico tan poco honroso ha fallecido. Me gustaría saber a quién nombran ahora los especialistas en cotrosos como “ Socio Sucio número 1 de la Tierra”. Hay muchos candidatos, yo conozco algunos.