El papel es biodegradable, prueben ustedes y verán como si sumergen un folio común en agua corriente (no es necesario usar agua destilada, ni siquiera agua mineral con gas) este acabará por deshacerse en una pasta informe que hasta se podría comer en su propio fregadero. No hagan el experimento con un billete de quinientos euros. Lo que ya no parece tan biodegradable es la tinta con la que se confeccionan ciertas noticias, argumentos, fotografías inanes estrábicas y conocimientos innecesarios. No prueben a comerse todo eso porque se les ocluirá el esfínter y se producirá un atascamiento mental prácticamente irreversible. La estupidez y el latrocinio no son biodegradables. ¿A qué viene toda esta lección de química orgánica, me dirán ustedes? Anteayer, o quizás antes de anteayer, me tropecé en un portal con una columna de inestable equilibrio formada por revistas que brillaban en la oscuridad del vestíbulo como luciérnagas al atardecer. Al observar un ejemplar a simple vista de corto de vista, pude comprobar que se trataba de una revista (demasiada vista) magníficamente editada, más diría, ostentosamente editada con todo lujo de detalles intrascendentes, por el Concello de Ourense, al parecer con la salutífera intención de dar a conocer las peculiaridades del deporte orensano, sano, y de sus deportistas chicharrones, de sus equipos de mus, de los amigos de la familia y otras tripulaciones posando para la primera comunión. El papel era untuoso, apropiado para envolver salchichas, las fotos preciosas e insustanciales, las noticias redactadas en suajili, absolutamente nimias e innecesarias…todo de primera calidad literaria, de taller de escritura. Parece que no hay mucho dinero en las arcas municipales, que hay que bregarse con la oposición que no oposita para que se pueda hacer una ampliación de crédito y sin embargo hay cuartos bastantes en la esquina más alejada de la caja fuerte del despacho del alcalde, ese rincón que tiene telarañas, para gastarse una buena cantidad de dinero en algo que si no existiera sería mucho más ecológico, es decir, para gastarse el dinero de todos en una inutilidad que no servirá ni para abonar unas patatas porque la tinta es tan venenosa que mataría hasta a los grillos que viven en los pobres tubérculos, criaturas. Como el dinero de todos no es dinero de nadie vamos allá con la revista que, si bien no sirve ni para leer en el váter a falta de tisú, por lo menos sirve para dar utilidad a las papeleras, a las de Lourizán y a las que se dedican a tener a su alrededor envoltorios de chupachups, chicles mascados, folletos del carrefur y ofertas de colchones a diez euros. Ya dijo Warhol que en el futuro todo el mundo sería famoso quince minutos. Los que no hayan salido en el “Vida” de La Región ahora saldrán en la revista cultural sin cultura del Concello. Los ejemplares huérfanos rodarán por la ciudad a merced de los vientos, a merced de los calores veraniegos; se verán números caducos en las esquinas, ensuciando las fuentes, cruzando las rúas, volando por encima de los tejados, calzando unas mesas de terraza, abanicando jubilados en el parque, sirviendo de posadera en la parada del bus…cualquier tarea antes de tener que leer semejante bodrio. Como la contaminación papelera será tan explosiva como una bomba de racimo yo le recomendaría al Concello, en la persona del alcalde deportivo que nos gobierna, que para reciclar todo este material impreso se compre, a cargo de las vacías arcas municipales, un rebaño de cabras que den buena cuenta de tanta revista abandonada. Las cabras se lo comen todo y no saben leer. Después se puede hacer queso y repartirlo por los buzones de los vecinos.