Pregunta: qué o cuáles libros te llevarías a una isla desierta. Hay noches de insomnio en las que solamente te llevarías un librillo de papel de fumar y una tonelada de costo, pero eso no es literario es más bien homeopático. No, en serio, ¿qué o cuáles libros te llevarías a una isla desierta? ¿Ah, pero queda alguna isla desierta, es decir, una protuberancia terrenal sin prójimo al que amar, rodeada de amar por todas partes? islas hay muchas, de formas informes, de alturas económicas, siempre nos imaginamos una isla con una solitaria palmera con un solitario coco, un mar turco o turquesa, mongol o manganesa, rodeada de corales, tiburones, espuma para pipas, ballenas en la lontananza, una calavera a la que dar unas patadas distraídas, un cofre podrido, un náufrago con melena agitando un pañuelo sucio, sirenas en la niebla, mensajes de amor en una botella, un loro que viene de lejos y un caníbal que nos mira desde la isla de enfrente. Es difícil contestar esa pregunta inicial, que ya de tan inicial se ha quedado enganchada en el tronco que la marea ha depositado a nuestros pies, un perro chucho, una rubia desnuda encima de un caballo blanco, un castillo encima de un árbol, una huella de un pie desnudo en la arena, una tormenta, un tifón, un balón de futbol desinflado, un jabalí loco, una cabeza de jabalí, uhm, y unos niños que se pelean como generales, generales que se pelean como niños, un sol abrasador, un frio que te cagas, un oso polar que se acerca nadando, un agujero en el hielo con una caña abandonada, el esqueleto indicando la dirección exacta, un contrabando de ron, unas monedas de oro, el cartero de correos y telégrafos, una máquina tragaperras, otro perro, una sombrilla, otro loro, un gorro de piel, un día de la semana, una luna llena, un santo que se duerme. Islas que se mueven con el viento, islas en el profundo mar, repletas de diamantes para el capitán Nemo, de pulpos gigantes, islas que hablan, que sermonean, que van al pairo, islas con un danés loco, islas con imán, con canguro, con turistas en sandalias azafrán. Con el hacha que has rescatado del bergantín hundido tumbas la palmera, haces un mueble blanco como huesos bajo el sol, ponlo a secar, ya no hay sombra, y échate a dormir, haz un par de estanterías, un cajón para los zapatos con hebilla, pon la foto de tu novia, y coloca ese libro que te has llevado a la isla desierta, quién te lo iba a decir a ti, que nunca quisiste salir de tu biblioteca, dónde deseas estar ahora, escuchando la lluvia que cae en la calle en la que vivías antes de naufragar.