Sin que sirva de precedente y copiando al pie de la letra a aquel alcalde de Villar del Río de “Bienvenido míster Marshall”, hoy quisiera dar una explicación que nadie me ha pedido: decía Hemingway que él escribía para Edmund Wilson, el gran crítico literario norteamericano; Bernard Shaw a veces amenazaba a uno de sus enemigos con sacarlo en sus obras teatrales, me imagino que para ridiculizarlo; García Márquez decía escribir para que lo quisieran, así, en general; Julio Camba cuando conoció el nombre y apellidos de un lector entró en un sin vivir porque no estaba seguro de que lo que escribía a partir de entonces pudiese gustarle a ese concreto hombre de carne y hueso; Eugenio D’Ors leía a su criada el ensayo que estaba produciendo y le preguntaba si lo entendía. Si ésta contestaba que sí el polígrafo se decía “pues vamos a oscurecerlo un poco”.
Dejando a un lado estos gigantes a los que emular, voy a decir que yo escribo para los amigos del Cercano y para otros que aun no conozco y aunque no cultivo su amistad con la dedicación que ellos merecen, siempre los tengo presentes en mis oraciones, ya sean éstas subordinadas, copulativas (pocas), exclamativas, interrogativas… o simples plegarias de moribundo desahuciado. No pido que me quiera nadie porque el amor es como las lilas del camposanto, se marchitan tan deprisa como lo que adornan y está ya uno con la desilusión a flor de piel.
Yo no tengo enemigos de la talla de los de Bernard Shaw, más bien creo que mis enemigos son de una categoría ínfima, son unos enemigos de pacotilla, unos enemigos venidos a menos que se jactan de no poder tragarme ni en pintura, así que a veces cuando escribo algo dedicado a algún enemigo éste nunca es real, más bien lo saco de la chistera y me quedo tan ancho. En algunos pueblos se medía la categoría de las personas por la valía de sus enemigos; eso significa que nunca se debería acabar con ellos ya que poca categoría puede tener un enemigo que se deja vencer; un fastidio. Cuando yo era rapaz, en el catecismo, que ya no era el del padre Astete pero casi, se decía que los enemigos del alma eran el mundo, el demonio y la carne; dejando a los dos primeros, a mí la carne se me transfiguraba en un lacón cocido, oloroso a gloria de dios, se me descomponía la catequesis; después aprendí que se refería, aquel catecismo postconciliar, a otro tipo de carne y no precisamente la carne trémula de don Pedro Almodóvar. Si los que me leen notan una cierta inquina diabética es que me han comprendido perfectamente y tienen todo el derecho del mundo a ponerle el semblante intercambiable que quieran a mi detestado adversario, como si fuese suyo, faltaría más, uno no es egoista. Estoy seguro de que el único que no me lee jamás es ese enemigo que siempre acaba pareciéndose a un personaje fantasmal de Giovanni Papini, que se disuelve como la neblina de la mañana. Y si lo hace alguna vez es para sonreírse: “mira dónde ha colocado éste la coma, el muy palurdo”. Tengo la impresión que los enemigos del señor Shaw tampoco estaban muy preocupados por salir en los papeles y más bien sus pataletas de cascarrabias barbudo les producían risa.
Y por ultimo añadir que cuando repaso alguno de mis textos a veces tampoco yo entiendo lo que quiero decir pero juro por mis muertos que nunca se me ocurriría la idea de oscurecer más la redacción, ya bastante enrevesada como para que se abandone la lectura a medio trago. Cuando no se tienen las ideas muy claras, y es mi caso, de nada vale intentar ser transparente. Lo abstruso es consustancial a mi ser intrínseco y hegeliano y sería del género tonto emborronar aun más mi mensaje.
Estas son las únicas claves de mi modesta colaboración con el Cercano. No hacia ninguna falta que las diera a conocer pero es que no tenía nada más interesante sobre lo que escribir esta semana, ando escaso de iniciativa y muy inapetente. Es la pandemia que me tiene postrado sobre mi propio peso, como un elefante acatarrado, y la mano derecha se me ha dormido.
1 comentario en “A MODO DE DISCULPA”
Ya nos gustaría a algunos tener su “chispa” para escribir. Incluso cuando, como dice, no se le ocurre nada interesante. A, los que nunca nos sale el halago gratuito, no tenemos ningún problema en reconocer que, sus colaboraciones, son como abrir una ventana para que una corriente de aire puro nos permita respirar. Sin entrar en pormenores, una delicia.