El proceso fue paulatino, fue un proceso lento, fue el proceso más lento de la historia, más que el levantamiento de adoquines para lanzar la revolución, o el proceso de amaestrar perros para que compren el periódico, para que contesten el teléfono, para navegar por las redes sociales, no, para navegar por las redes sociales no, para eso no amaestraron a los perros, amaestraron a otros animalillos anfibios, batracios o urodelos, ya no me acuerdo cómo se llamaban, estoy perdiendo la memoria; tan lento como los nuevos cruceros trasatlánticos, para ir a conocer Ginebra, o a hacer submarinismo a Venecia. Bueno, en fin, el proceso fue muy lento, comenzó hace tanto tiempo que ya nadie recuerda que los primeros pasos se dieron en un laboratorio oculto en los bajos fondos de la Tierra, una serie de galerías infinitas, excavadas por la noche en un desierto, muy parecido a aquel desierto en el que estaba el laboratorio donde se fabricó la primera bomba atómica; alejado de todo para que nadie despertase con el estruendo de la explosiones, con el martilleo de las máquinas, con el sudor escarchado y las voces de los obreros; se dice que a los obreros que trabajaron en aquel laboratorio los enterraron vivos en una gran fosa que ellos mismos habían abierto al lado de la puerta oculta, para que no se fuesen de la lengua, para que no contasen el secreto a sus esposas mientras hacían el amor los sábados por la noche, a sus hijos cuando los acunaban en las rodillas el sábado por la noche, a sus colegas cuando comentaban el fútbol en la tasca el sábado por la noche; ninguno volvió a casa, pero de eso hace tanto tiempo que no hay nadie vivo ya que lo recuerde con exactitud y a lo mejor es todo una leyenda urbana, o una leyenda rural. El caso es que el proceso fue tan lento que los científicos fueron sucediéndose unos a otros por elecciones amañadas y la última generación ya estaba ciega, ya le costaba menos abstraerse de las distracciones y se aplicó con mucha más dedicación al lento proceso, y ahora nos parece imposible que, a pesar de ser un proceso tan lento, gracias a esa ciencia y a esos científicos, a sus jefes, a los obreros, a todos esos esforzados que los precedieron en su empeño sin desfallecer, hayamos conseguido por fin este triunfo para la especie humana; un triunfo tan lento pero tan inmenso que es como si la Historia, así, con mayúsculas, empezase de cero desde el mismo prodigioso momento en que el Hombre ha podido, por fin, tragar toda esa mierda que nos endilgan sin que nos resulte repugnante y vomitiva.