Hoy vinieron a elcercano Ana y Juan, dos ferrolanos que querían saludarnos a mi hermano Santiago y a mí por tener un amigo en común desde tiempos ya muy pasados, pero cuya memoria de él lo trae muy cerca, Fernando N. Lo siguen viendo por Ferrol y no está demasiado bien. Pero ella, además, es del grupo de mi hermano Santiago que siguen juntándose de año en año, o de medio año en medio año, en la capital santiaguesa para comer juntos ese pasado universitario que los reunió cuando eran jóvenes. La curiosidad con Ana me la contó Santiago pues yo no la recordaba: y es que estando pasando el verano del año 1973 en Londres, un día en Piccadilly Circus se bajó Ana del autobús en el que iba al vernos sentados en las famosas escaleras donde nos solíamos reunir los picaveranos estudiantes; la verdad es que se bajó por Santiago, pues es al que conocía. Ana recordaba que estábamos tres españoles con un árabe, no recuerdo muy bien si argelino o marroquí, que se llamaba Camel y que habíamos conocido en el tren ferry de París a Londres. Hicimos ese viaje juntos en el mismo departamento de vagón y al llegar a Londres se vino con nosotros a buscar piso donde pasar el verano. La primera noche tuvimos que dormir en una especie de Hostal donde compartimos habitación seis personas en total, los tres que íbamos juntos, además de Camel y otros dos estudiantes más que conocimos en esa búsqueda. Nos alojamos, duchamos y nos cambiamos de ropa y calzado para salir a dar una vuelta. Al volver teníamos una nota de los otros dos que aún no habían regresado, que decía: “hemos dejado los zapatos de Camel detrás de la ventana cerrada porque el olor es insoportable”. Lo era, insoportable, pero Camel nos había camelado y siguió con nosotros varios días, ya instalados en el piso que alquilamos en Earls Court junto a unas vascas y otra chica de Valladolid. Le pedimos que pusiera a remojar pies, calcetines y botas (sí, usaba botas en el caluroso verano) para poder soportar su olorosa compañía, y así aminoró el daño colateral de una forma de vivir distinta. Se fue y nosotros quedamos un mes en el piso que nos había alquilado un turco, hasta que nos fuimos a la isla de Wight, donde sucedieron otras cosas interesantes pero que hoy ya no importan. Fíjate tú, como vuelven los que se han ido a poseernos con la memoria como si estuviéramos hoy mismo de mochila cruzando el sur de Inglaterra. Por cierto, otro ferrolano al que recordé por la visita de Ana y Juan es a Pedro Roca, gran amigo de los catorce años al compartir habitación de internado donde éramos tres. hoy instalado con restaurante propio en Santiago de Compostela. Lo llamaré.
- Sección: Noticias
- Publicado el 19 mayo 2023
- Por Moncho
A Camel le olían los pies
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Moncho
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