Lo primero que tenemos que hacer constar es que lo que a continuación transcribimos es literal del artículo que Fina Ulloa escribe para el periódico La Voz de Galicia. Aquí no usurpamos, sisamos, robamos la información sino que siempre y cuando consideramos de interés para nuestro público lector, referenciamos, como por otra parte es lógico y natural, la fuente de la que mana nuestro contenido. Dicho esto, lo siguiente es advertir que el sombreado correspondiente a una parte del texto, que se corresponde al capítulo de financiación, es propio, un poco motivado para señalar el hecho de que hay mucha Fundación de Dios pero con fines más dudosos de los que les presumimos por carácter . Y es que no fue solo que desde la cárcel de A Coruña no consiguieran involucrar a ninguna Fundación de esa capital sino que también aquí, en casa del artista, tocamos alguna Fundación, aparentemente con sensibilidad artística, que nos dijeron “vuelva usted mañana” cual si fueran funcionarios de la época de Larra. En fin, mucho cuento y pocas habas, pero al fin Mon es mucho Mon, al talento e ideas brillantes para embellecer con su arte la vida estética y social contemporánea hay que sumarle su bonhomía natural que hace que a veces pierda por una causa lo que esas Fundaciones ganan por la cara. Aclarado el asunto, paso a la información cubierta por la periodista de La Voz:
FINA ULLOA (LA VOZ DE GALICIA)
Cuando Mon Devane (Ourense, 1985) recibió la llamada de Manuel Villaverde, un educador de la cárcel de Teixeiro, en A Coruña, para invitarlo a crear una obra para el muro de un patio que estaban adecentando no tuvo muchas dudas sobre la figura que lo protagonizaría. «Me contó que era en el módulo 1, que precisamente se llama Nelson Mandela, así que teniendo una figura tan potente y con tanto significado, que además tiene su propia historia ligada a la cárcel, pensé que no habría una imagen que sintonizase mejor con quienes están ahí», cuenta el artista urbano ourensano. Tampoco dudó a la hora de elegir qué imagen quería plasmar del líder sudafricano: «Hay un gesto muy suyo, con el puño levantado, que repetía mucho. A mí personalmente me transmite fortaleza, es como un mensaje de resistencia y teniendo en cuenta que las personas que van a este módulo están próximas a regresar a la sociedad, me pareció que podía darles ese empujón de ánimo para cubrir esa última etapa, de que queda poco para el final de un trayecto y para un nuevo comienzo». Dedicó cuatro días a completar el trabajo sobre la superficie de treinta metros de ancho por siete de alto.
Devane se muestra sorprendido por lo que encontró en esa zona de la prisión coruñesa. «Te das cuenta de que el ambiente es bastante más normal y más parecido a la calle de lo que nos podríamos imaginar. Esa imagen peliculera de una cárcel con gente triste o un lugar en el que están todos pegándose todo el rato, no tiene nada que ver con la realidad. Aunque entras mentalizado de que vas a dejar los perjuicios fuera, eso te sorprende», apunta.
De todos modos, el artista urbano de Ourense reconoce la singularidad del módulo en el que dejó su obra, donde las personas que cumplen condena funcionan como una comunidad autoorganizada con cierto nivel de autonomía. «Lo llaman módulo de respeto. Tiene sentido. Allí los vigilantes no interfieren y los internos llevan el día a día súper estructurado, van a talleres y hay coordinadores, que son ellos mismos, personas que cumplen condena, que se encargan de que se haga cada tarea», relata.
Mon Devane, que ha dejado su arte urbano en los escenarios y con los protagonistas más sorprendentes, asegura que se siente agradecido por esta oportunidad. «Es la primera vez que hago una obra en una prisión y ha sido toda una experiencia. Había internos que me ayudaban si lo necesitaba. Me encontré a gente muy voluntariosa y súper respetuosa conmigo. Al final, hablando con ellos, te das cuenta de cómo la vida se puede torcer y llevarte a una situación como esa, de perder tu libertad», reflexiona. De hecho asegura que lo que le aportó la experiencia compensa los gastos que le han supuesto el proyecto.
«Inicialmente iban a tener financiación. Al parecer la buscaron entre las fundaciones o entidades que colaboran con la cárcel, pero como no se consiguió, decidí hacerla igual asumiendo yo el coste. Creo que el proyecto, si a esas personas les sirve de motivación para empezar una nueva etapa cuando salgan, merece la pena», explica. Además de la satisfacción personal, Mon Devane salió del centro penitenciario con varios recuerdos, entre ellos, una camiseta firmada por todos los internos y varios trabajos de manualidades realizados también por los reclusos en los talleres.
Mon Devané (en su carné de identidad, Ramón Conde-Corbal Varela), nació en Ourense en 1985. No fue un alumno brillante, según el mismo reconoce, y de su primera etapa escolar recuerda que solo se sentía cómodo en las clases de plástica, educación física y también con la historia del arte, ya en bachillerato. Era una pista del camino que conseguiría encauzar a aquél adolescente inquieto y «algo gamberrete», según sus propias palabras. La Escola de Arte e Superior de Deseño Antonio Faílde de Ourense obraría el milagro. El artista urbano recuerda lo decisivos que fueron algunos profesores de ese centro, como Armando García Ferreiro, para ese encuentro con el canal en el que iba a encauzar toda su creatividad. A partir de ahí sus obras, siempre de gran formato y al aire libre y en los escenarios más insospechados, sorprenden y admiran. Los rostros de sus protagonistas (rostros anónimos o reconocibles) están dotados de un realismo impactante, ya miren al espectador desde una nave del rural ourensano, el pasillo de un hospital, la calle del urbanita Vigo o en plena ruta del camino francés de peregrinación a Compostela. Entre los reconocimientos a su buen hacer destaca el de la plataforma Street Art Cities que, después de varias ediciones seleccionándolo como finalista, eligió el mural que pintó en Cambre como mejor graffiti del mundo en el mes de julio del 2022. Un año antes la Asociación Española de Anunciantes le otorgó el Premio Eficacia, por el conjunto de siete obras Las estrellas del camino
Arte mural para guiar el Camino de Santiago
Siete murales enormes y en cada uno de ellos, retratado, el rostro y el oficio de siete personas relacionadas con la tierra a la que representan. Las estrellas del camino es un proyecto artístico puesto en marcha por Estrella Galicia, que homenajea al Camino de Santiago en el año Xacobeo, concretamente el tramo gallego del itinerario francés. Se trata de siete obras realizadas por Mon Devane (Ourense, 1985). «Este trabajo es el culmen de mi carrera hasta el momento. Ha sido una experiencia increíble especialmente por la confianza y por la libertad que me han dado para llevarla a cabo», explica el artista. El resultado es una enorme galería de arte urbano al aire libre, considerada una de las más extensas del mundo, ya que las obras que la conforman están salpicadas a lo largo de 140 kilómetros.