Fernando Sánchez Dragó, el mejor divulgador cultural de España, amante del dinero, las mujeres y de sí mismo
- J. BENITO FERNÁNDEZ
- Muere Sánchez Dragó Escritor, divulgador y personaje de leyenda
Sé que no pocos se alegrarán de la muerte del Nano, como le llamaban sus íntimos, su madre y sus amigos de verdad. Y no sólo ellos, también sus enemigos. Fernando era un hombre que despertaba odios africanos. Se enemistó con los difuntos Javier Marías (luego se reconciliaron), con Antonio Martínez Sarrión… qué sé yo. Cuando entrábamos en el pantanoso territorio de la política me decía: “¿Benito, de verdad me crees un fascista?“. El Nano no era un fascista, era un vividor, un hombre que se arrimaba a quien lo cuidaba y le ayudaba. Siempre dijo que la derecha le trató mejor que la izquierda, sus antiguos conmilitones, pues no olvidemos que dio con sus huesos en prisión por ser militante del PCE, como Enrique Múgica, Javier Pradera…
Aunque lo conocí de Hare Krishna, vestido con el kurta y el dhoti, en la Malasaña de los años setenta, entablé amistad con él con motivo de mis libros. En 1999, con ocasión de la publicación de la biografía de Leopoldo María Panero, El contorno del abismo, me llevó con el poeta y con el cineasta Jaime Chávarri a TVE a su espacio Negro sobre blanco, donde Leopoldo, en plena grabación, se levantó en varias ocasiones al cuarto de baño. El Nano me confesó que fue la entrevista más difícil de su vida. Dragó ha creado y dirigido programas como Biblioteca Nacional y Las noches blancas y el radiofónico El mundo por montera y trabajó en Encuentros con las letras. Cuando hacía entrevistas, no se limitaba a leer la solapa y encargar un resumen; se informaba, leía a fondo el libro del autor, lo llenaba de anotaciones y post its. El resultado final se notaba, sabía de lo que hablaba. Ha sido el mejor divulgador cultural que hemos tenido en España, sin duda alguna. Ha sido lo que para los franceses fue Bernard Pivot, nuestro Pivot.
Conmigo siempre fue muy generoso. Le visité en su vivienda de Castilfrío de la Sierra, pequeñito pueblo soriano donde compró varias casas y donde tiene una calle a su nombre, pues convenció al alcalde para que le pusiese el rótulo. “¡Qué menos!”, me decía el Nano. Eso sí, tenía un ego que no cabía dentro de sí. Él siempre estuvo en el centro de todo, siempre fue protagonista. De hecho, cada vez que me preguntaba por mi labor, en qué andaba metido, enseguida me decía “Pero si fue muy amigo mío”. Era un gran conversador y disfrutaba hablando de sus conquistas, de sus amoríos, que no fueron pocos y algunos muy afamados. Yo me pregunto: ¿qué creador no tiene un ego desmesurado?
A Fernando le gustaba demasiado el dinero. Quienes lo conocieron de verdad lo confirman. Tenía buen patrimonio (en Soria y en Madrid), pero muchos hijos a los que ayudar, como solía quejarse. Si escribió un libro sobre el ex director de la Guardia Civil, La canción de Roldán. Crimen y castigo fue exclusivamente por dinero. Estaba convencido de que sería un bombazo. Cuando trabajaba en él, lo encontré leyendo Limónov, de Emmanuel Carrère. Pero claro, nada que ver. A mí me preguntaba si me merecía la pena escribir esas biografías, que cuánto me reportaban.
Su deriva ideológica le ha granjeado multitud de enemigos. Cuando me dijo que Vox lo había nombrado patrono de una fundación, me aseguró que era algo cultural. Siempre evité discutir de política con él. Creo que no era lo suyo. Tras su muerte las redes están incendiadas. He leído post de personas que se alegran de su desaparición, hasta le llaman pederasta. No tenemos arreglo, somos cainitas.
J. Benito Fernández es escritor, autor de El contorno del abismo: vida y leyenda de Leopoldo maría Panero y de Eduardo Haro Ibars. Los pasos del caído.