Hoy podíamos comentar la elección de rector en la Complutense de Madrid, que es la mayor Universidad española a la que guardamos, por otro lado, especial afecto por vivir allí quizás los mejores años de la vida, o años de juventud. Podíamos contentarnos con el resultado de la reelección del actual mandamás, no porque lo conozcamos demasiado y nos gane sus valores que Dios sabe cuales son, pero, al menos, no gana la decana de Ciencias Políticas que le dio sobresaliente a su alumno Iglesias, y que hace sospechar por donde tiraría los tiros.
Hoy nos centramos más en los soldados a raíz de esta foto que no podemos dejar de lado por mucho que vivamos al otro lado de sus protagonistas. Aquí son combatientes rusos los fallecidos, que dicen que llevan contados más de doscientos mil, lo que da para pensar la cantidad del otro bando. Y no podemos dejar de ver en cada cuerpo a un padre, o un hermano, o hijo, o nieto, o aun amigo, o uno mismo, porque cualquiera puede ser el símbolo de la derrota de todos los seres humanos, que vivimos desde hace un montón de años sin lograr acabar con esta forma mortal de arreglar problemas. Estremece verlos ahí sin vida, que nos recuerdan a los judíos de la segunda guerra, vidas truncadas por intereses espurios de mandatarios que parecen jugar desde su mesa de operaciones a una suerte de partida de ajedrez donde caen peones de carne y hueso o alfiles de sangre y demás piezas, cada día, como en la peor partida jamás vista.
Podríamos hablar de la gestación subrogada o Ana Obregón, pero ante la crueldad de la imagen elegida, no decimos mas, lo mejor es callar y rezar, si se cree, y aunque no se crea también, para que esta humanidad mejore.