El ‘caso Roald Dahl’ es tremendamente peligroso porque, según la directora del Pen Club de América, en la licencia de corregir obras clásicas no hay un “principio limitador”
Salman Rushdie, condenado a muerte por los integristas islámicos y que perdió un ojo en una violenta agresión hace poco tiempo, no era amigo de Dahl y le reprochaba algunas salidas de tono antisemitas, pero ha sido también el primero que ha puesto el grito en el cielo por la decisión de sus editores en Gran Bretaña y Estados Unidos -por fortuna, no los de España o Francia- de “retocar” su obra para hacerla más neutra y blanda.
La directora del Pen Club de América, Suzanne Nessel, ha añadido: “El problema con tomarse la licencia de corregir obras clásicas es que no hay un principio limitador. Empiezas sustituyendo una palabra aquí y otra allá, y acabas insertando ideas totalmente nuevas”.
Este asunto puede situarse en un marco más amplio que el del arte y la literatura, un marco en el que suceden cosas como la potente cadena de televisión Mediaset que prohíbe que se pronuncien siquiera los nombres de figuras de la farándula que hasta hace nada poblaban sus programas, o la batalla en monumentos, escuelas y universidades de Estados Unidos para hacer desaparecer pinturas murales que mostraban a los esclavos que allí existieron en el pasado, y que pretendían justamente denunciar la esclavitud recordándola. En la Escuela de Derecho de Vermont las querían quitar o destruir, y su autor ha demandado a la institución y obtenido… que queden totalmente tapadas por lienzos blancos.
La corrección del momento, la cultura de la supresión, del silencio nos está trayendo así una nueva amenaza mucho más general, más definitiva para la democracia: un ataque en regla contra la libertad de expresión, que los partidos políticos populistas y recelosos de las sociedades libres y las democracias participativas ven ya como posible. Quizá se deba a que los duros tiempos económicos desde la crisis de 2008 están alejando a la gente de su interés por la información verídica, y a menudo dura. Aldous Huxley y George Orwell adelantaron modelos diferentes de supresión de la libertad. Puede estar haciéndose realidad, con muestras como China, Rusia, Cuba y los nacionalismos racistas y xenófobos de Europa -partes de España incluidas-, un nuevo modelo definitivo de supresión, paulatina o rápida, de la libertad de expresión.