Acaba de ser condenada a seis años de cárcel e inhabilitación de por vida la vicepresidente argentina Cristina Fernández de Kirchner por apropiación indebida. La cifra estimada es de mil millones de dólares, casi nada. Pero aún así, la incongruencia levita sobre el caso que se hace incomprensible en un Estado que pretenda ser justo con su sociedad: por un lado, el que no entre en el talego al estar aforada (¿recuerdan los demócratas de otrora, aquella reivindicación severa de acabar con los aforamientos de políticos?) y así podrá incluso presentarse a las próximas elecciones pese a su condena; ah, pero en su defensa arguye que la sentencia estaba ya dictada previamente, y claro que lo estaba pero no en el sentido que dice ella, de estar corrompida la justicia que la condena sino por el propio delito en sí que no cabe taparlo lo más mínimo, ¡que son mil millones de dólares que le ha quitado a su propio pueblo!. Por otro lado, que alguien condenado pueda seguir al frente de una vicepresidencia de nación, cual es el caso, es algo que contrasta también con aquellos implacables demócratas recién salidos del régimen franquista, que no dudaban en ser limpios con la cosa pública y dar ejemplo. La deriva de una democracia manipulada por el poder sin ningún recato ni vergüenza nos hace temer que cualquier cosa que venga puede empeorar el estado de derecho a favor del lunático de turno que se cree dios, y de eso la historia nos referencia casos extremos que nos han mandado a la mierda en distintas épocas. Aquí llega uno, y ya pasamos al ejemplo español, y porque quiere mantener su sueño megalómano, pacta con aquellos que hasta hace poco eran sus enemigos por ser enemigos de todos los demócratas; ni sedición, ni malversación, nombramientos de maridos, mujeres, familiares en cargos públicos con nóminas millonarias, sin parpadear siquiera, la compra burda de medios de comunicación, etc. nos hace sospechar que Cristina es modelo a seguir para muchos, no ya en Argentina sino en España. El nepotismo generalizado, la corrupción extendida, la mala administración de territorios feudalistas, no nos permite estar hoy optimistas respecto al bienestar social, y no solo económico.
¿Cristina Fernández, un ejemplo a no imitar?
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