Cierra el restaurantes Habana, lugar donde no había día que no estuviera lleno, que no hubiera que reservar mesa para tener la seguridad de que podías comer ahí. El secreto de la cocina es él, Antonio Simoens, que venido de Suiza montó el restaurante junto a su cuñado se metió en los fogones y sacaba de los mismos unos platos muy ricos. Ahora anuncia su jubilación y no hay nadie que lo releve en el cometido; ya se quejaba hace tiempo de la dificultad de encontrar gente que lo ayudara, pasándolo más muchas veces porque sin ayuda tenía que apandar con el mochuelo y no todo es ganar dinero, claro. La gente que trabaja en el restaurante no se anima a cogerlo y esto cuenta muy bien la realidad de los que ser empresario y/o asalariado. Porque aquí todo dios pone a caldo al emprendedor si gana dos reales pero ni se acuerdan de los esfuerzos ímprobos muchas veces que supone sacar el negocio modesto cada día, mes o año, sin entrar en pérdidas. Desde luego algunos lo vamos a echar en falta, al menos como siempre pasa en los primeros tiempos, y tendremos que buscar ¿verdad, Vicente R. Gracia? otro lugar para departir con la comida de cada tres semanas. Que le vaya bien a Antonio, que bien merecida tiene la jubilación, y que pase el siguiente, si lo hay.
La Habana se acaba
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