A mí me avisan, por favor, cuando desmonten este tinglado de ruido, luz y mogollón de gente para poder volver a Vigo, ciudad que siento como segunda ciudad, al ser viguesa ella, la mujer con la que convivo desde más de cuarenta y cinco años y serlo también mi hija mayor. Aunque no es de donde se nace sino de donde se pace, no impide el refrán la emoción que dispara el hecho, por lo tanto la razón es la apuntada en la primera oración, amén, que no hay dios que pueda vivir en un circo de diversión a narices, porque no se puede andar por las calles sin que el sonido altavoz nos taladre los tímpanos y la luz nos contamine el iris. De la Navidad, su espíritu, no queda ni el buey que con su aliento da calor en el establo, en todo caso son los bueys de mar los que dan placer al inducido a comer porque hoy es fiesta. El pan y circus de Maquiavelo es la medicina que nos dan alcaldes populistas que solo miden el valor por el alcance de bombillas en árboles o arcos. A mí que no me esperen por Vigo a ver luces, ni por los niños pequeños que más quiero que son mis nietos, les cuento mil historias seguidas o mil cuentos sin cerrar los párpados antes de pasearlos entre multitudes que pueden apretar sus pequeños cuerpos. No sé de donde surge tanta necesidad de una juerga cuando ujan los misiles no so de confetis y las amenazas nucleares una angustia permanente. Contra acción, reacción, y me estoy pensando si me fuera posible marchar a un retiro donde no haya ni siquiera serpentinas en fin de año. Y es que agotan con los anticipos de una Navidad que debe llegar en su momento, y además que nos arruina un poco mas.
La vida es una fiesta, y eso que hay guerra cerca
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