Pues sí, resulta que habrá Ley de Protección y Bienestar animal que obligará a los dueños de los perros a hacer un curso de formación nacional. No sabemos todavía si el Curso que tendrán que hacer lo impartirá algún perro, o si bien los dueños tendrán que aprender el lenguaje del guau-guau, no vaya a ser que se sientan incomprendidos estos animales domésticos. El despropósito nace de no tener qué hacer, o de tener puestos que dar para vivir del Curso nacional, porque ya me dirán ustedes qué relación le tienen que indicar desde fuera al que tiene un perro dentro. El maltrato al animal es una cosa, denunciable y perseguible por cualquier persona de bien, pero estamos llevando las cosas más naturales al mundo del derecho, donde, por cierto, los animales lo tienen bastante mal, porque ¿qué perro puede denunciar a su dueño de que no le ha dado de comer al mediodía, o de que le ha quitado el cojín preferido sin su permiso?. España es maravillosa. Y tan buena! Tenemos unos sentimientos tan blancos y de esplendor, que nos sobran fuerzas para normativizar una relación humana con los animales, y si hay pobres y mendigos a la puerta de nuestras casas, no por ello deben ser prioridad respecto a los perros callejeros, gatos o ratas, por poner solo ejemplos de animales más urbanos. Esta ironía viene provocada no por influencia de la gran filósofa y pensadora Estefanía de Mónaco al llegar a su conclusión final del tratado de animalismo; “los animales son humanos como los demás”; no, ni incluso viene dada por el gran gurú Peter Singer en “La liberación animal”. No, la ironía pasa por Braunstein que analiza en su “La filosofía se ha vuelto loca”, el Animal y el olvido del hombre, donde pone en cuestión todo lo extremo de este tema. Aquí, hablando de animales, ya sabemos todos la metáfora del perro como el mejor amigo del hombre, o hemos sentido ese cariño extraordinario hacia un animal que nos da compañía, sobre todo cuando no la tenemos garantizada con otros seres humanos, pero respetando todo este sentimiento de amor hacia los animales que sienten muchos humanos, parece desproporcionado situarlos en otro nivel por encima incluso de su naturaleza animal. Y es que no nos podemos olvidar de los casos en que estos mismos animales han atacado, mordido y hasta matado, a un ser humano como al repartidor de Amazón en estos días, que ha sido atacado y matado por dos perros que después fueron sacrificados por la policía. Los animales, por mucho que lo diga Estefanía o la madre de la misma en una reaparición divina, nunca podrán ser humanos, porque tal condición, para bien o para mal, es nuestra, de los seres con dos piernas y dos brazo, que hablamos y no ladramos, y pensamos. ¡Ah, bueno, a saber si los animales también piensan como nosotros! De hecho si no piensan sí actúan parecido, como nos cuenta Orwell en Rebelión en la Granja, llegando el cerdo a ser tan tiránico como el ser humano al que derrocan. Pues nada, toda relación humana animal la resolvemos pasando por la media hora que nos impartirá el docente oficial porque funciona con la varita mágica de hacernos a todos mejores.