Las nieblas están empeñadas en no despegarse de los días cual legañas de la amanecida. El problema es que aquí no vale con frotar los ojos y lavar la cara, aquí la solución pasa por dichosa meteorología que alguien está empeñado en hacer de ella un espectáculo televisivo y que simplemente hace lo que ¡solo Dios sabe!, y que en estos días de agosto le ha dado por tocarnos las narices a los veraneantes. Así las cosas ayer nos fuimos de ronda a comer con Chiru y Alberto a Chancelas donde él nos dio de comer exquisita ensaladilla y muy buena carne; este Alberto es un cocinitas de carallo, y bien que se agradece por ello comer en su mesa. A media tarde aprovechamos la cercanía de San Vicente para darnos una vuelta por El Náutico del amigo Miguel, pero demasiada gente, demasiado escenario, demasiado no verlo a él como para no marchar después de tomar la tónica correspondiente; bueno, marchas o te marchan, ya que hay conciertos por un tubo y a desalojar el espacio toca para volver a entrar los que se quedan a que les toque dios sabe quien.
Nos fuimos al Frank sin ancla de Julián Maeso, con quien ya habíamos quedado porque a las once habría concierto de su grupo, y ya de estar por ahí, la excepción a trasnochar estaba bien justificado. Después de estar con él aún había demasiado tiempo para poder visitar La Toja, o mejor visitar a la amiga Carmen que tiene una tienda llamada O Pantalán en el pequeño centro comercial de la isla. Nos vimos mientras dábamos la vuelta a la isla caminando, a Enma Caneiro, a Herme, Toncho y esposa, después nos cruzamos con Elena Rivo y aunque no coincidimos sí que vimos sentadas en un bar a dos palmos a Ana, mujer de Paco Ceo que aún le llamo. Nos despedimos de Carmen para llegar al concierto pronto y saludar a Ton Risco y Dani que tocaban con Julián. El lugar de Frank sin ancla recordaba a los del lugar que saludamos, Rosa Prieto, Javier Sidese, Xosé Allegue, el Náutico de hace veinticinco años, pero con una situación peor, claro, porque aquí no hay playa a los pies del local; aquí era un antiguo restaurante que al jubilarse los anteriores dueños o personas que lo trabajaban quedó libre y lo cogió Julián; en la parte de abajo había sido una discoteca setentera y ahí organizan los conciertos. El de ayer fue una auténtica pasada, un sexteto que con dos hora de darlo todo nos metió jazz, soul, pop, funk y lo que hiciera falta por los oídos moviéndonos hasta el banco donde estábamos sentados. Lo pasamos genial y nos fuimos de allí cerca de las dos de la madrugada que uno no recordaba qué sensación da las altas horas que suelen ser mas bien bajas, pero se llevó bien la vuelta a casa, mi casa, Playa América, que por si alguien tiene duda de su belleza vea la puesta de sol que muestro en otra foto de la página. Pero volveremos, Julián, y enhorabuena por emprender algo chulo que Coché dice que por Ourense no pasa pero que yo le digo desde aquí que pasa y ya ha pasado por elcercano como el propio Julián Maeso.