En esta esquina de la Avenida de la Habana y Curros Enriquez no había nada más que solar, gracias al cual se podía leer el cartel que decía: “Sanatorio Conde Corbal. Especialista en huesos”. Y es que la casa que se ve es donde estaba el sanatorio de mi padre, un segundo piso que no recuerdo bien cuántas habitaciones tenía pero nunca más de diez camas en total. En el primer piso tenía la consulta, con rayos X y el gimnasio, y en el tercero la vivienda que habitábamos ocho personas fijas y alguna más en caso de abuelos alguna vez. Era una casa sin ascensor, la calefacción consistía en unas barras incandescentes de calor encima de las puertas de las habitaciones y la bombilla de calor en la mesa camilla correspondiente; nos bañaban a pares con el agua justa y calentada en potas grandes en la cocina que vertían en la bañera; nunca se cerraban las puertas de la calle; dormíamos cuatro hermanos juntos en la misma habitación; comíamos todos lo mismo sin excepción, gustase más o menos lo que tocase; la televisión era en blanco y negro, y siempre se cortaba en lo más interesante del capítulo de la serie “El fantasma del Louvre”; poca luz en general recuero. Sí, todo eso y mucho más de carencias con respecto a hoy que, por cierto, vamos camino de volver a revivir por haberse fundidos los plomos de tanto progreso y consumo. Sí, mucho menos de lo que hoy tenemos a todo tecnicolor o de algoritmo perfecto, pero mucho más lleno de algo que te insuflaba muchas ganas de vivir. “Mi casa”, ET, ésta era mi casa, y que a veces echo de menos como tú la tuya, aunque sepamos ambos que están fuera de nuestro planeta cuerdo.
- Sección: Noticias
- Publicado el 2 agosto 2022
- Por Moncho
“Mi casa”, ET, ésta era mi casa
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Moncho
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