Da pena observar cómo la falta de educación y urbanismo imperante en nuestra sociedad deja su huella cada mañana posterior a una noche de fiesta. La cultura del ocio no llega para entretener y divertir a mucha gente que como colofón a la frustración de una noche sin recompensa pacífica o amorosa busca la pelea o hacer el vándalo, como si hacer el gamberro fuera la dosis de adrenalina necesaria para comenzar una nueva semana sin pena ni gloria.
Estoy cabreado, sí. Porque esta noche unos jóvenes portugueses que vinieron de farra de fin de semana a Vigo, despedida de soltero, volvieron a su piso turístico alquilado con los trofeos que a sí mismo se dieron por ser tan chulos y tan solteros, partes y figuras de bronce de una escultura de nuestro escultor Buciños que homenajea a la familia en Vía Norte frente al centro comercial Vialia, nuevo templo de ocio vigués. Menos mal que los vieron hacer unos ciudadanos normales siguiéndolos hasta donde mal metían ese trofeo vandálico, un piso turístico, y así pudieron denunciarlos a la policía que los pudo detener.
Yo no sé cómo se deja crecer de forma exponencial la delincuencia del ocio, porque lo que antes era cosa de alguno cada día que pasa se hace más cosa de todos. Peleas nocturnas de pandillas, borracheras y consumo de drogas, disparan una forma de entender el ocio que debería procurar en las autoridades mayor preocupación y medios para enfrentarla, amén de políticas menos populistas y libertinas que impiden castigos mayores y compensación económica al conjunto de la sociedad que sufre la acción de estos energúmenos e incívicos. Todos hicimos el canelo alguna vez de jóvenes, pero podías atentar llevándote una planta del portal a tu piso, o cantando una pequeña serenata que desahogaba tu colocón de ginebra, pero de ahí a una cada vez mayor actitud de falta de respeto y urbanidad social, dista mucho la cosa solo que puede empeorar el bienestar de la convivencia ciudadana. Esperemos que a los trincados le hagan pagar la restitución de los daños, además de una buena multa de propina para que aprendan y no vuelvan de despedida de solteros a Galicia, ni otro sitio, en su puñetera vida.