Me refiero a su declaración ante la Juez por la denuncia del anónimo que cursa la Fiscalía por su “presunto meter mano en el dinero público”, que diría Afonso Monxardín. Declaró ante la Juez y después lo hizo a los medios públicos excepto a LR, que se indigna enormemente por no dejarle hacer su trabajo profesional sin tener en cuenta el trabajo de demonización que cada día le espetan al alcalde con ciento y una cuestiones de tipo público y personal. Y es que la realidad del momento en este campo público es que los enemigos son tan extremos como claros: por una parte el alcalde que le cerró el grifo al grupo periodístico (dicen que son 500.000€ al año); por la otra el periódico habituado a recibir ayudas públicas y que necesariamente tiene que acusar el golpe atizado por este alcalde. Aquí está pendiente de resolverse de alguna manera, legal, moral y ética, la cuestión de cual debe ser el papel de los medios de comunicación y su financiación, porque es indiscutible que el que recibe de un ente un montante de dinero clave para su mantenimiento económico -el ente que sea- no va a morder su mano ¿verdad?, lesionándose así gravemente el principio de objetividad e independencia que cualquier estudiante de periodismo que se precie debe grabar a sangre para su futuro profesional; el problema es que en lugar de resolverse mínimamente el asunto va a más, pues cada día el papel tiene peor diagnóstico y su sobrevivencia parece abrazarse a una progresiva mayor ayuda pública. Así no se puede ser optimista al respecto.
Pero ciñéndonos al tema de la declaración del alcalde, además de la declaración del propio Jácome que muestra despreocupación ante la posibilidad de que la denuncia se convierta en delito, y además de la percepción de la periodista de LR, siempre negativa nunca positiva para el alcalde, sí hay un dato objetivo que salta a cualquier vista y habrá que valorar, al menos por parte de quienes no entendemos nada de asuntos jurídicos y poco de políticos, cual es que no se presentara la fiscal que presentó la denuncia. Yo no sé si es normal o no, pero mi sentido común se inclina hacia un lado de decreciente acusación. No lo sé. Lo que sí sé es que este importante dato desde mi punto de vista se lo callan y nos cuentan otros tan anómalos como que no llevaba la mascarilla puesta en un momento dado en el que se le ve sólo y sentado a la espera de entrar a declarar; y que conste que la fotografía tomada desde cierta distancia permite apreciar que no hay nadie cerca a quien contagiar, aunque es verdad que la mascarilla es obligatoria hasta en la calle, pero también es verdad que la costumbre todavía no está tan enraizada como para que alguno no se olvide de cumplir en todo momento con la norma.
Ya sabemos que aquí la opinión va por barrios: en un barrio todos a masajear a su centro de poder que resulta como un Dios a adorar, colaboradores, trabajadores, etc.; por el otro, los pelotas del alcalde que le ríen “siempre” sus gracias a fin de mantener su puestiño, y después pasa lo que pasa; y en la tierra de nadie quedamos los que no nos sometemos a unos y otro, por mucho que unos y otro nos quieran encuadran en un barrio u otro. Ourense está así.