Teníamos preparada la escapada al país hermano, porque hay que ver como cada día que pasa lo pasamos mejor allí que aquí. Será que allí no asistimos a la política como lo hacemos aquí, que deprime a cualquier optimista hasta hacerlo pesimista de verla. Pensábamos en dormir en Viana do Castelo, o en Braga, o Esposende, incluso en Povoa, porque cualquier punto del norte nos gusta, es un placer sentirnos bien acogidos como si nos abrazara un amigo. Pero no, llegó la sexta ola y dijo no, que nos quedemos donde estamos y nos cuidemos unos a otros, se proclamó el estado de calamidad y ya hablan de llegar hasta después de las Navidades teletrabajando de nuevo. En cuánto bajamos la guardia y creemos que estamos recuperando nuestra vida anterior a la llegada del Covid, viene éste mutado por sus ganas de fastidiar y nos da un rapapolvo que nos apaga el ánimo y cualquier movimiento hacia la salida. Somos muy pequeñitos por mucho que creamos que somos grandes, problemas del ego, así que toca esperar a crecer la salud pública para volver a Portugal a disfrutar de la vida.
Portugal, fuera de juego
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