Recién muerto Nikita Kruchev, el hombre fuerte de la Unión Soviética, llegaba a Moscú el ponteoruensano Manolo Conde Corbal acompañado de su esposa Elisa. No iban en ninguna misión espía, de la que podría dar hoy noticia en su último libro Pedro García Cuartango, sino de simple congreso médico, en un tiempo que no había laboratorios farmacológicos que convidasen a ello. Aún faltaban más de diez años para que llegase la Perestroika y los soldados de la Plaza Roja vigilaban que nadie se acercase a donde no debiera; aún recuerda mi madre como les escuchaban las llamadas que se hacían entre habitaciones los compañeros congresistas o como les vaciaban las maletas antes de volver a España. Han pasado cincuentas años de aquel 1971 en el que se fotografió el extranjer
Hace 50 años
Comparte esta noticia:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Imprimir