¿Por qué te fuiste, ¡coño!, tan temprano? Con la falta que me hacías. Y ya ves que no hablo por los demás, que ellos tienen boca y letra mucho mejor que la mía, sino desde mi interior, pues ni siquiera utilizo la boca para decirte cosas. Las pienso y escribo, simplemente. Porque hay días que lo que apetece es ver tu foto y recrearme en lo que tú dirías en cualquier momento o escena de conversación y reunión de amigos. Falta tu serenidad absoluta, tu ironía y los humos que quemabas compitiendo con Marisa. Con el Lamas y Vicente, lo pasabas francamente bien, eran un balneario para tus ideas, casi nunca las más profundas expuestas, pero tengo que decirte que ellos también contigo. Todos te echamos de menos, tus contertulios distintos y que no enumero porque ya lo hizo básicamente el amigo Vicente en el prólogo de tu libro. Prometo algún día de estos hacer el envío de un buen montó de ellos a tu colega en Miami, pero es que pesan de carajo para llevarlos y tira para atrás la voluntad primera. Echo de menos esa sonrisa tuya mordaz y que tramaba alguna coña a gastar a alguien. Pero la vida sigue, Jose Carlos, así que si ves a Dios dile que nos eche una mano a los ciudadanos de esta tierra porque las cosas van chungas. En fin, no te quiero entretener más, te seguiremos recordando.
Mi querido cura
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