Vargas llosa es un escritor que cualquier banco aceptaría encantado como fiador si vas a pedir un préstamo: es un escritor solvente, y créanme si les digo que sé de lo que hablo. A veces recorriendo estos escritos sobre Borges, Vargas Llosa, al que no había vuelto a leer desde los tiernos días de mi juventud rusa, me recuerda a un director de orquesta del que estamos temerosos que haga un bis. Todas las piezas suenan igual; suenan bien pero les falta brillo, un destello, una chispa que nos haga sonreír por dentro o por fuera- Bueno- me digo cuando acabo: Bien, coño- ,E inmediatamente, me voy a otra cosa mariposa. Lo he olvidado todo porque todo esta revenido, y la memoria necesita novedad. Ni siquiera la entrevista a ese genio intenta ser capciosa: la podía haber hecho yo, o el vecino del segundo, que no ha leído un libro en su vida. Los días de la vida se acortan cada vez que respiro, se me oxida este cuerpo mortal a marchas aceleradas, y este libro quedará en un recodo de mi biblioteca porque no creo que tenga tiempo para su relectura, aunque agradezco algunos momentos, alguna anécdota, como la maldad de Onetti sobre Henry James, al que yo tampoco soporté en mi desgracia, por más que lo intenté, por adoración a Borges. Cincuenta años son demasiados. Ciento siete páginas, 17,90 euros, demasiados. Y por lo demás, quizá el agradecimiento por haberme hecho volver al anaquel en busca de un libro descuadernado y viejo. Ah, y la nostalgia de aquella primera lectura del Aleph. Gracias. Merci. Tank you.
Reseñas (Nª12)
Comparte esta noticia:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Imprimir