Prototipo para la ocasión. Con doble fin. Por una parte está la necesidad básica de que algo nos proteja nariz y boca, que así nos lo aconsejan encarecidamente ahora; por supuesto, como nadie nos las proporciona, ni siquiera a precio de oro, no nos queda otro remedio que cada cual cree la suya propia (por cierto, ¿alguien sabe como se llama el ministro de consumo y lo qué cobra ante su falta de competencia en el tema?; vamos para un mes y nadie ha organizado la producción en España de este producto básico para la lucha contra la pandemia, y mira que tenemos buenas empresas del textil). Por otra parte, mi modelo conlleva una razón propia pero de sentido común: porque ninguna prenda mejor para protegernos de las continuas cagadas que se están produciendo en este momento de miedo y diarreas consiguientes; eso sí, la colocación debe hacerse con la bragueta para atrás, pues si bien es muy útil su colocación habitual para sacar el miembro masculino para la micción ordinaria, aquí su función es otra y el peligro evidente para el caso de que la nariz asome al riesgo del que, precisamente, nos intentamos proteger.
Nos lo dice el profesor Salorio que escribe en La Voz y del que somos editores del libro de los zaguanes anteriores y que lo seremos de los actuales que está escribiendo en el presente; que nos dice que debemos evitar el mal humor, como se puede leer a continación, de ahí que me permita la ironía medio escatológica de la fotografía (aunque sea humor es negro). A continuación el artículo que me envía el mismo ya que La Voz de Galicia no lo publica en digital, cosa que no me puedo explicar dada la categoría de esta pluma opinadora.
MERCEDES ÁLVAREZ SEARA
Una mujer buena, inteligente, prudente y cariñosa como pocas. Siempre dejando el primer sitio a otros. Que no perdió nunca la sonrisa. Que nos arropó siempre con su ánimo, incluso hasta que la enfermedad el dio un hachazo que a cualquiera le quita las ganas, no de compartir con los demás algo sino de vivir. Nunca la olvidaremos. Cercana de alma, prototipo de las más allegadas y animosa que jamás tuvimos. Siempre tirando del carro común con su compromiso adelante. Lo sentimos verdaderamente, por partida doble, por ella, a la que queríamos como buena amiga y excelente ser humano, y lo sentimos por nuestro amigo Jacinto, su esposo, compañero del alma. Se hará raro verlo sin ella, sin preocuparse por ella siempre y pese a que él lleva padeciendo lo suyo. Un buen hombre, una buena mujer, una maravillosa pareja que la muerte la despareja corporalmente, porque como dice Jaciento en su propio obituario, la energía de Mercedes se ha transformado y para de ella se la ha traspasado a él. Aquí nos dejas Mercedes pero aquí seguiremos para lo que Jacinto quiera. No te olvidaremos, BUENA AMIGA.
Lo que nos queda de vida (Doktor Pseudonimus, o sea, Profesor Salorio)
Robo el título a un antiguo artículo del filósofo Manuel Cruz. Y la expresión no viene, como bien podría hacerlo, desde 90 años ya cumplidos. Ni tampoco desde una enfermedad letal o de una maníaco depresivo. Se trata de algo más sutil. De lo que el propio Manuel Cruz denominó como “cambio de historicidad”. Porque resulta que todas las vivencias personales se encierran y organizan en tres categorías temporales: pasado, presente y futuro. Y sucede que ahora, con la mutación del coronavirus, el presentismo lo devora todo. Una hegemonía que ya en su día François Hartog denominó como “canibal”. Y sucede que ahora me siento ante los folios y me encuentro incapaz de viajar al pasado buscando antiguos recuerdos e identificaciones. Y si miro al futuro solo veo la boca abierta del caníbal intentando devorarlo todo. Mientras oigo a Lois Pereiro en Conversa ultramarina: “o mundo é outra vez un polo degolado que corre como un tolo polo patio”. Y ahora resulta que ese pollo degollado somos nosotros y ese patio es nuestra propia casa.
A mal tiempo buena cara.
Lo primero de todo ha de ser evitar el mal humor. Porque uno es siempre el responsable de su propio mal humor. Lo dijo Salvador Pániker y aunque me cueste trabajo aceptarlo, lo comparto. Porque en todo momento y situación existe siempre la posibilidad de una respuesta óptima. Uno puede acertar o equivocarse. El mal humor suele ser el resultado de una mala puntería. Y aún queda algo más complicado. Todo acto que no lleve dentro una pizca de caridad siempre sonará a vacío o a mero entretenimiento. Siempre hay que entrega algo. aunque solo sea una sonrisa. O un comentario benévolo sobre un libro que acabamos de leer. O un consejo sobre cómo mejorar ese gin-tonic que preparamos antes de comer y que siempre nos sale mal.
Una madre
Lo cuenta Benjamín Carson, director de cirugía pediátrica en el celebérrimo Johns Hopkins Hospital de Baltimore. Su madre había sido empleada doméstica en varias casas. Y pudo observar que en aquellas familias en las que los niños leían muchos libros y veían poca televisión después alcanzaban éxitos profesionales. En su propia casa racionó a sus hijos las horas de televisión y les exigió que resumiesen por escrito sus lecturas. Resúmenes que la madre revisaba con mucho cuidado. Solo mucho más tarde Carson supo que, en aquella época, su madre era analfabeta. Un bello ejemplo de humildad, ternura e imaginación. Y que a uno le gustaría que figurase como modelo para lo que nos quede de vida.