Hoy la portada es para Aute, mejor dicho, para el trabajo que hizo el cantautor con el legado del poeta Oroza y que por empeño de Javier Romero está publicado en Editorial Elvira (gracias por este libro). Quizás sea el último trabajo publicado donde se escucha el susurro de la voz de Luis Eduardo, que tantas horas y horas de escucha nos dio. Hoy todos estaremos escuchando sus canciones en nuestro confinamiento como homenaje particular a uno de los grandes artistas que parió España en esta época. Setenta y seis no eran muchos pero ya sabemos que la muerte no explica las razones de por qué se lleva a la gente, lo hace, y punto, nos guste o no. Oroza lo tuvo siempre claro, si alguien debía musicalizar su poesía ese era Aute, y Aute respondió con este trabajo, entre otras cosas porque aún recordaba en el Gijón al que creía Allen Ginsberg español.
Aute pintor, como May Gañán dibujante de la pasión. Sus formas son tan sencillas que solo el virtuoso puede hacerlas bellas. Es una de mis artistas favoritas, por ello siempre que veo algo nuevo suyo trato de compartirlo, por si también gusta tanto a otros. Como la sonrisa de Paloma, todo un lujo, aún sin las pinturas de guerra porque simplemente sale a la compra semanalmente. O la aparición todos los días del gran Jose Luis, que no me cansaré de aplaudir. Aquí los tres dan color al comentario de hoy, porque si no me leen (lo que no les recomiendo, o casi), o no les gusta lo que leen, al menos no habrán perdido el tiempo entrando en esta página.
Y voy a hablar de que creo que hay mucho héroe suelto de TBO, de los que creen que todo lo que hacen está bien con tal de ofrecérselo gratis a los demás. Si es por una buena causa, todavía más. Porque las causas nobles aguantan todo; pasa con multitud de iniciativas deportivas, o artísticas, que todo el mundo se apunta ese día señalado por una causa solidaria a lucir camiseta de ¡hay que ver lo sensible que soy!, aunque al día siguiente, si te he visto no me acuerdo. Es la mercantilizacion del sentimentalismo a todo trapo, pero ¡que se vea, eh!, bien a la vista, que aquí no se trata de seguir la frase evangélica: “no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha”, sino mucho más y mejor darle publicidad (ahora le llaman visibilidad), por tanto avisemos a la prensa para que se vea, se me vea, y si es en primera página la foto mejor que en segunda o tercera (eso, cuando se trata de un político, ya lo negocia el gabinete de comunicación y propaganda al uso) ; después, en muchos casos, resulta que el solidario no ha ido a ver a su anciana madre ni una vez en toda la semana, o no ha visitado al amigo enfermo terminal en el Hospital porque le “da yuyo”. Pues bien, por otro lado no me cabe duda de que no asista en lo anterior una primigenia buena intención, pero cuando se cruza la línea populista se convierte en mercadotecnia de la emoción y me provoca este pensamiento que no me agrada, desde luego.
Como tampoco dudo en que no haya buena intención en todos los que estos días se erigen en grandes protagonistas de las veinte hora y cinco minutos, justo después del aplauso obligado que les debemos a los sanitarios en primer lugar y a todos los demás profesionales que están haciendo que podamos confinarnos los demás en casa sin que nos falte de nada. Pero nadie parece empanarse de que lo que nos dan, al menos a algunos, más que un favor nos resulta molesto. Es una putada estar todo el día en casa con nosotros mismos, aunque conectados con el mundo a través de los elementos de comunicación harto suficientes como para no sentirnos aislados, y que venga un héroe de patio, convencido de serlo por el eco del periódico que busca relleno donde haga falta, y tener que aguantarlo con su potente deseo de que se le escuche en América para demostrarnos lo que vale (ya no entro en lo malo que puede ser). Insisto que se agradece la buena intención, siempre, pero se agradece mucho más si la cosa, tras los aplausos anti crisis, y en caso de que tenga que haberla, se quede en un “Resistiré” común a todos, o si se quiere otro tema añadido de propina o bis; pero cascar los mil watios de turno toda la selección discotequera del día, eso no, por favor, que hay derecho a la intimidad tras los cristales. Piense que no se puede huir, que estamos confinados. La verdad es que no todos somos Jose Luis Gutiérrez con su saxo tocando dos temas diarios para verdadero deleite y sin amplificadores, o Toni Lomba que si se apoya en altavoces pero lo hace puntualmente y sólo los viernes, ni muchos otros que ofrecen su talento -estos sí lo tienen- para levantar el ánimo, y que lo levantan de verdad; de ahí a hacer ruido, mucho ruido, va una eternidad, va tanto como pasar el virus asintomaticamente o ingresar en la UCI; sí, es el mismo Covid19, sí, también es todo música, pero… Además, una cosa es darnos ánimo y otra trivializar de tal manera la circunstancia que queramos convertirla en una fiesta; pensemos si al lado, justo al lado de la juerga, habita alguien que no ha tenido nuestra misma suerte y se encuentra peleando con dolor de cabeza, fiebre y coronavirus, o con la angustia de tener familiar ingresado, por no ser trágico y decir ya muerto. Insisto en que no hay duda de la buena intención pero… ¡más bajo, por favor!.