“Mis páginas mejores”. Julio Camba. Prólogo de Manuel Jabois. Editorial Pepitas de calabaza. 2015
¿Qué se puede decir nuevo de Julio Camba a estas alturas? Nada, quizá, pero la novedad no es requisito necesario para poder recuperar a un escritor clásico. La novedad tal vez sea imprescindible para hablar de lo nuevo, y yo, de momento, no me ocupo más que de lo usado. Me gustan mucho los buenos zapatos un poco gastados, cómodos, resistentes al fuego y al hielo, que se llevan como se lleva a un amigo al que se toma a veces del brazo para enfatizar la conversación. Eso es para mí Julio Camba, un amigo (no el zapato izquierdo, ni el derecho) al que se puede volver siempre, y que nunca defrauda.
Contaba Augusto Assía que conoció a Camba en los tejados de la catedral de Santiago,- ya ven que la nueva costumbre de esos paseos para turistas, por las alturas, no es tan reciente-, y es que d. Julio siempre parece estar subido a algo, ver las cosas, el mundo, los hombres, desde una posición aérea, un poco como la del científico que mira, inclinado sobre el microscopio, el deambular de los pequeños seres que tienen deformaciones casi monstruosas pero a los que se les acaba cogiendo cariño.”Mira qué preciosa es esa ameba”. Camba le corta un cabello a la ameba con un bisturí lúcido y la ameba da las gracias. Camba toma del mundo aquello que nosotros damos por hecho y a lo que ya ni prestamos atención, le da una vuelta, lo pone en pelotas y le saca la fotografía: nos hace sonreír, compadeciéndonos de nosotros mismos, o riéndonos un poco de las pequeñas maldades que nos cuenta de nuestro prójimo.
Este escritor es el escéptico absoluto, que lo es por ser gallego pero que es gallego por ser un escéptico. Y es un viajero, un trotamundos, por ser gallego y viceversa. Como él no me puede leer (supongo) digo esto, aunque Julio Camba abominaba de lo celta y del celtismo (el celtiñismo es otra cosa), y se consideraba ciudadano del mundo y su mundo acabó siendo su memoria y un trastero en lo alto del Hotel Palace de Madrid.
Quien no conozca a Camba puede acercarse a él a través de este libro, que se lee como quien se toma una merienda de pan con chocolate. No lo defraudará, contiene lo que consideraba sus mejores artículos. Quién ya conozca a Camba qué le voy a decir, pero sólo por el delicado prólogo de Manuel Jabois ya merece la pena. Se le nota rendido, y con razón, al señor Jabois.
Si es usted un citador nato, un torero de salón, sumérjase en las páginas de “Mis páginas mejores”. Ahí encontrará un mar de frases con las que puede ser el protagonista ingenioso de todas las veladas; y dejará estupefacto a su cuñado, que solo puede sacar chistes de la chistera del teléfono móvil; no tendrá usted competencia. Si usted no es un citador empedernido déjese mecer por una inteligencia escrutadora, irónica y humorística. Leerá cosas que creía saber pero no sabía, porque están vistas desde la altura de miras que algunos de nosotros no logramos alcanzar.
Mendiño Sousas